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  Simca Rallye:
el viaje
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Simca Rallye: el viaje. Capítulo 27 25-06-2004
  Jorge Silva

Hemos encontrado y arreglado la radio, pero tiene interferencias enormes, con predominio de emisoras en catalán. Un catalán raro, oficialista, a medio camino entre el castellano y una crisis de carraspera. El catalán que hemos estado escuchando todo este tiempo, bien que entendiéndolo a duras penas, era un catalán hermoso, de gentes sencillas y monolingües que no albergaban la menor intención de ofendernos. Nos han regalado su hospitalidad a costa de su paciencia y sin que pareciera importarles nuestra extrema estupidez. A su catalán le debemos por lo menos una enorme y precisa capacidad para comunicar afecto.

Sacamos corriente del alternador del Simca. Endesa puede ir cerrando, si es por nosotros. Claro que la potencia del Simca es limitada, y más ahora que un alga se ha adherido al cárter. No sé, lo enfría demasiado. El alga progresa. No es verde, ni marrón, es más bien color zanahoria pelada.

Hemos rellenado el circuito con agua potable, conviniendo durante la decisión que beberíamos el agua del circuito en caso de emergencia. Hemos empezado a diseñar una bomba de agua y un circuito de refrigeración capaces de alimentarse con agua salada, por si llegamos a bebernos el anticongelante color pistacho original. Miguelín, mago de los metales, tiene la palabra. Andrés se pone de mala leche. Le contamos chistes y se aplaca.

Como aquí en el mar no hay mucho que hacer, le da a uno por pensar en otras cosas. «Dame un niño ocioso y te devolveré un problema», sentenciaba Robert de Niro en una película de mafiosos con un palillo en la boca y cargado de razón. Cuando el diablo se aburre, etc. O sea que cuando del dicho se pasa al hecho, cuando el desocupado libera su ideíta mefistofélica camino de la acción, mal asunto.

Hacer lo que a uno se le viene a la cabeza es relativamente fácil. Otra cosa bien distinta es pechar con las consecuencias. Ese es otro toro. Me han llamado esta mañana de la BBC, solicitando de mi campechanía el cese de las hostilidades. He accedido gustoso y sin pestañear pues no era mi intención reventar los documentales de Attenborough sino, bien al contrario, evitar por todos los medios que llegara a oídos del director general de Tráfico español la iniciativa francesa de facturar directamente en la cuenta del infractor, mismamente vía internet, los excesos de velocidad; del radar a la cartera, sin pasar por presunciones de inocencia, posibilidades de error y otras delicadezas constitucionales. Y mira si andamos esta temporada alejados de «velocidades», en el mar como estamos, despacio, a medio camino entre pudrirnos y curarnos en sal.

Tratando de evitar que el dg de T captara la indirecta de París, o sea tratando de interferir en las ondas y perturbar las emisiones de radios y televisiones con un brutal emisor de ruido diseñado por Tomás Aragüés en persona, se ha armado la de San Quintín Tarantino: Radio 3 daba grabaciones sonoras del NO-DO, los 40 Principales emitían música sacra, en la Cope sermoneaba un trotskista loco empecinado en decapitar monarcas, Kiss FM radiaba un congreso internacional de pediatras y Luis del Olmo cantaba jotas. Espero que este barullo (intenso, sí, pero breve) no tenga repercusiones y que no sea precisa la intervención de Juan Bañeres, a fin de evitar el efecto multiplicador del trombo informativo. No quiero tampoco cargar al nuevo ministro de Exteriores con más trabajo, que ya tiene bastante.

De todos modos mi preocupación por la velocidad y sus multas era lógica, mi acción intoxicadora estaba justificada, y no es que el Simca esté del todo en disposición de ayudarme a delinquir. Imaginaos qué colosal contribución al déficit cero: cien radares automáticos, a mil fotos diarias, por 200 euros mínimo cada una, así que son... Puesta esta información en manos de los de aquí, que entre jalogüín y marquetín aquí ya ni Dios se acuerda de Cervantes, seguro que inventan algo terrible. Ahora como antes, que a modernos no nos gana nunca nadie. El anterior equipo A de la cosa española (Montoro, Repiso, Michavila y demás) estaba perfectamente capacitado para poner en marcha un «pay-per-fly» de dejarnos tontos a todos. Con el añadido de que además de malignos eran incompetentes. Tengo entendido que hace unos meses pararon en el último momento una partida de «Fortuna» (veinte camiones, unos doscientos cánceres de pulmón y laringe, una nadería) equipada con una de esas esquelas estilo yo-no-he-sido (se creen ellos que con eso se van a quitar de encima la responsabilidad de haber estado matando gente a razón de 60.000 propios anuales. La Justicia tarda, pero llega), donde ponía: «Empiece a fumar cuanto antes: Montoro vivirá más». Todavía no hay noticias de quién fue el gracioso y, si no fue cosa de un gracioso, cuál es el paradero de quien escribió tal cosa con su mejor intención.

Despachada la conciencia, recuperados de momento de la ira, a los hechos. He intentado frustrar la complacencia maliciosa de Estrella Rivera y sus muchachos con una jornada de guerra electrónica, pero me llaman de la BBC. Silencio inmediato. Tal vez baste con instalar a Ganchegui y su depravada guitarra eléctrica en las inmediaciones de la DGT. Ahora que somos ricos podemos permitirnos casi cualquier cosa. O acaso cualquier acción sea ya inútil.

Navegamos. Por ahí se acerca una costa desconocida. Carajo, acaso sea un cabo, una bajura, un problema en ciernes. La velocidad decrece, y no porque hayamos indicado a los mandos tal cosa. Creo que no sabemos navegar. Claro que tampoco los niños nacen sabiendo leer y aquí seguimos. Nuestra civilización navega, como nosotros lo hacemos ahora, un poco a espaldas de la realidad, queriendo suponer que los dramas de la vida real sólo están en la pantalla del telediario. Llegará un momento en que el telediario estará encima de la mesa, impidiéndonos materialmente comer. Me temo que ese momento ha llegado ya.

En el próximo capítulo: (¡Coño!), una balsa... ¡y el Peñón de Ifach!

© Jorge Silva 2004.

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