Con el motor Diesel de 101 CV, el Polo es un coche con mucha fuerza y de bajo consumo. Gasta poco tanto en ciudad como en carretera. Lo que puede resultar un inconveniente es que es ruidoso (mucho más que un Clio Diesel) y tiene un funcionamiento áspero (se pueden apreciar vibraciones en los pedales, por ejemplo).
El Polo es un coche que por sus reacciones vale para viajar con comodidad y tiene reacciones seguras. No tiene la agilidad de un Peugeot 207 o de un Ford Fiesta, pero responde bien y tiene un manejo agradable. El tacto que tiene la dirección electrohidráulica es muy bueno y uno nota con claridad como va el coche en cada momento. La asistencia no resulta ni excesivamente blanda ni muy dura.
Incluso con la suspensión deportiva opcional, el Polo no es un desaconsejable para quien valore un cierto confort, porque amortigua correctamente las posibles irregularidades de la calzada sin resultar molesta. Lo positivo de esta suspensión es que puede conseguir que la carrocería tenga unos movimientos algo más precisos. Esta suspensión deportiva hace que la carrocería vaya 20 mm más cerca del suelo y va acompañada de un eje trasero con ligeras variaciones (Volkswagen lo llama «eje trasero reforzado»).
Por el momento, no hemos conducido las nuevas variantes con motor de 1,2 l (de 60 y 80 CV). El anterior Polo con el motor 1.2 de 65 CV tenía una buena respuesta al acelerador y su consumo podía ser bajo (prueba de esta versión).
La iluminación del Polo es buena. Los son de doble parábola con bombillas halógenas. Tanto las cortas como las largas son muy buenas por cómo y cuánto iluminan. Es uno de esos coches con los que no resulta fatigoso viajar de noche por el esfuerzo al que se somete a la vista.