Tras leer las impresiones de conducción que en su día escribí para el Volkswagen T-Cross 2019, no tocaría ni una coma para las del T-Cross 2024. Es el mismo coche que ni despunta ni defrauda en nada. Si representásemos sus cualidades dinámicas con un gráfico radial, la forma resultante sería una circunferencia prácticamente perfecta.
Se maneja con facilidad en cualquier circunstancia, tiene una suspensión cómoda, un habitáculo bien aislado del ruido, es razonablemente ágil en curva y responde bien en condiciones adversas. ¿Cosas mejorables? Me gustaría que la palanca del cambio tuviera recorridos un pelín más cortos y que en conducción deportiva los frenos tardasen un poco más en flaquear. No obstante, la capacidad de deceleración antes de notar que desfallecen es notable: 120 a 0 km/h en 52,1 metros con neumáticos Michelin Primacy 4 (205/55 R17).
La versión que he probado en esta ocasión ha sido la 1.0 TSI de 116 CV con cambio manual de seis velocidades (ficha técnica). Su motor de tres cilindros es uno de los mejores de este tipo en la actualidad por ruido y vibraciones, aunque en ambos apartados su funcionamiento no es tan bueno como el del 1.5 TSI 150 CV de cuatro cilindros.
Es algo lento de reacción —como todos los motores de su segmento, es el caso del 1.0 TCe de Renault y del 1.0 T-GDI del Hyundai, por ejemplo— y hay unas revoluciones a partir de las cuales el empuje aumenta de manea evidente, alrededor de 2300 rpm. Por debajo, la aceleración que da es pobre, de manera que si necesitamos ganar velocidad con rapidez, hay que asegurarse de seleccionar la marcha adecuada para estar por encima de ese régimen. El cambio DSG elimina esa preocupación y, además, hace la conducción más confortable en términos generales.
Para acelerar de 40 a 80 km/h necesita 4,4 segundos y 7,2 para pasar de 80 a 120 km/h. Son unos datos mejores que los que obtuvimos con el Citroën C3 Aircross PureTech de 110 CV (4,4 y 8,6 s) y casi los mismos que los del Opel Mokka 1.2 de 131 CV (4,5 y 7,4 s). Comparado con el T-Cross 1.0 TSI 116 CV con cambio DSG de 2019, el resultado es parecido: 4,3 y 7,4 segundos.
Su consumo de carburante es normal comparado con el de los vehículos citados en el párrafo anterior. En el recorrido de autopista de referencia gastó 6,7 l/100 km. El Opel necesitó 6,6 l/100 km, mientras que el Citroën requirió 7,0 l/100 km. Con esta versión del T-Cross es fácil hacer una media inferior a seis litros en trayectos urbanos y periféricos en condiciones de circulación normales. Si hay mucho tráfico, mucho semáforo en rojo o cualquier otro factor que impida hacer una conducción fluida, entonces nos acercaremos más a los siete litros cada cien kilómetros. En el depósito de gasolina caben 40 litros, lo que da para hacer 600 km o más con facilidad.
Javier Moltó probó un T-Cross 1.5 TSI 150 CV DSG (ficha técnica) en las jornadas de presentación a la prensa, que tuvieron lugar en Navarra unos días en los que cayó un diluvio y, en algunas zonas, además nevó. Escribió lo siguiente: «Las reacciones en mojado o sobre piso nevado han sido siempre previsibles, por lo que es un coche que transmite mucha sensación de seguridad y aplomo, incluso en esas condiciones extremas. El cambio es automático de serie con este motor. Un cambio DSG con dos discos de embrague que funciona con rapidez y suavidad. Se puede accionar mediante las levas situadas en el volante. El motor de cuatro cilindros (con dos cilindros que se desconectan cuando se requiere poca potencia) y el coche en general ofrecieron una respuesta excelente».
La alerta por cambio involuntario de carril y la alerta por superación del límite de velocidad se activan cada vez que se arranca el motor. Son los dos sistemas que más me incomodan, no solo en este Volkswagen, sino en todos los coches. Pero en este caso, primero, sus pitidos son menos molestos e insistentes que en otros modelos de la competencia (pienso especialmente en los de Kia y Hyundai) y, segundo, su desactivación se puede hacer rápidamente sin retirar las manos del volante (una pulsación en el extremo de la palanca del intermitente y tres más en un par de botones del volante).
Todos los T-Roc llevan de serie faros led con función de cambio automático entre cortas y largas. La iluminación que proporcionan los faros es más que suficiente para conducir de noche con comodidad, mientras que el sistema de cambio entre cortas y largas es mejorable. El problema está en que la transición entre los dos modos de iluminación no es gradual y en las ocasiones en las que el coche tiene dudas sobre qué poner, parece que da ráfagas. Habitualmente los faros matriciales (opción, excepto para R-Line, que son de serie) no tienen ese inconveniente porque el cambio lo hace de manera progresiva.