Un aspecto muy brillante de la Caddy —al menos con el motor de 122 caballos y cambio de marchas DSG (es la versión que hemos probado)— es su bajo consumo de carburante habida cuenta de su elevado peso (1728 kg) y de su gran superficie frontal. En los 1300 kilómetros que he recorrido, el gasto medio ha sido de 6,0 l/100 km, generalmente circulando con poca carga y casi siempre al ritmo del resto del tráfico. En nuestro recorrido de referencia por autopista a 120 km/h ha gastado 6,2 l/100 km, que también es poco para un coche de sus características.
La Caddy se desenvuelve bien en autopista a velocidades legales (incluso a algo más) pues parece que le cuesta poco mantener el ritmo incluso en pendientes moderadas, al menos con poco peso (no la he conducido a plena carga). Cuando se levanta el pie del acelerador, pierde velocidad con lentitud, casi como un turismo normal. No parece que la resistencia al aire la frene más de la cuenta. El cambio de marchas automático ayuda un poco a conseguir que el coche avance por su inercia ya que tiene una función que, en algunos casos, pone punto muerto cuando el conductor levanta el pie del acelerador. El cambio automático funciona muy bien y da un plus de comodidad. La cuestión más peliaguda es si merece la pena pagar los 2430 euros (eso cuesta cuando va unido al motor Diésel de 122 caballos).
El peso de la Volkswagen Caddy se nota un poco más en la aceleración que en el consumo. Según nuestras mediciones, ha necesitado 8,3 segundos para pasar de 80 a 120 km/h, que es un dato similar al que necesitan turismos medianos de unos 100 caballos, como un Renault Clio TCe 100 CV. Aunque evidentemente ese Renault Clio no es comparable al Volkswagen Caddy, sí sirve para hacerse una idea de que la capacidad de aceleración normalmente será suficiente, que no intensa. De hecho, es posible que para un uso tranquilo el motor de 102 caballos sea una alternativa interesante.
La suspensión trasera de la Caddy se siente firme en los baches y en las irregularidades habituales, especialmente cuando se circula en vacío. Volkswagen ha recurrido a una de eje rígido, aunque a diferencia del modelo de la anterior generación, tiene muelles helicoidales en lugar de ballestas. Los rivales de la Caddy recurren a un eje trasero ligeramente más refinado (de torsión; es decir la rueda de un lado tiene cierta independencia de movimiento respecto a la opuesta y eso puede tener alguna ventaja desde el punto de vista del confort). Realmente no puedo afinar más esta apreciación, pues no he conducido la Caddy y sus alternativas por las mismas carreteras.
En nuestra maniobra de esquiva, la Caddy se comportó perfectamente. En ningún momento tuvo reacciones difíciles de controlar ni movimientos preocupantes y ninguna de las ruedas se despegó del suelo. Eso sí, la velocidad de entrada a la zona de conos fue baja. Los neumáticos que tenía la unidad que hemos probado eran unos Bridgestone Weather Season en medidas 215/55 R17. Son unos de cuatro estacionesy con marcaje de invierno, lo que probablemente limite su rendimiento con mucho calor (el día que hicimos las pruebas en pista había unos 35 grados).
Un detalle significativo es que, durante el ejercicio de esquiva, las ayudas electrónicas apenas entraron en funcionamiento de forma perceptible y, por ello, la velocidad a la salida de la zona de conos fue relativamente alta. En un Volkswagen Tiguan, la velocidad de entrada fue mayor, pero la de salida fue muy interior ya que el control de estabilidad frenó bruscamente al coche durante la maniobra (vídeo).