Los dos motores son de la misma cilindrada y potencia -1,4 l y 75 CV- pero poco más tienen en común. Uno es un gasolina de cuatro cilindros, hecho de aluminio, con inyección indirecta y cuatro válvulas por cilindro. El otro un turbodiésel de fundición, de tres cilindros y con inyección directa mediante bomba-inyector.
A tenor de las cifras que facilita Audi y de nuestras primeras impresiones, en este caso el Diesel no acelera más que el gasolina. Su ventaja es exclusivamente de consumo, ya que el 75 CV de gasolina es un motor suave, no ruidoso y con fuerza a todo régimen, salvo por encima de 5.500 rpm. El Diesel es un motor excelente desde el punto de vista de la relación prestaciones consumo, pero resulta algo áspero y ruidoso.
Ambos motores están unidos a una caja de cambios manual de cinco velocidades, Audi ya trabaja en una caja automática de tipo secuencial para este modelo. Una cualidad muy apreciable de estos dos motores es que requieren muy poco mantenimiento, hay un sistema que advierte de cuándo es necesaria una revisión. El plazo, en el mejor de los casos, puede ser hasta dos años o 30.000 km en el gasolina o 50.000 km en el TDi.
A principios del año que viene llegará la versión 3L TDi, con el Diesel de tres cilindros de 1,2 l y 61 CV. Aunque será más ligero que los modelos actuales, no parece que 61 CV sean suficientes para un coche de este tamaño y peso. Ya veremos.