Desde el punto de vista de su relación entre prestaciones y consumo, el Mégane Coupé 1.5 dCi de 106 CV da un resultado corriente. No es el que menos gasta, ni el que mayores prestaciones da (un Volkswagen Golf TDI 105 CV es algo más brillante en ambas variables), pero en conjunto es satisfactorio.
En mi recorrido habitual por autovía, a una media de 120 km/h gastó 6,1/100 km. En el mismo recorrido, un Mégane Berlina 1.5 dCi de 86 CV gastó más combustible (6,6 l/100 km). El de 106 CV tiene una sexta marcha de desahogo que permite circular rápido con el motor a bajo régimen, lo que explica que su consumo pueda ser más bajo.
Por otra parte, la diferencia de potencia entre ambos me parece definitiva para circular por carreteras de doble sentido en las que sea necesario adelantar en poco espacio. Por la diferencia de consumo en carretera y de prestaciones, el de 106 CV me parece más recomendable, salvo para quien el precio sea una prioridad o sólo viaje por autopistas fáciles.
Para un uso por ciudad, el inconveniente que veo al Mégane Coupé dCi de 106 CV es que tiene poca fuerza hasta unas 1.600 rpm lo que hace algo lentas ciertas maniobras, como salir desde parado o acelerar desde marchas largas.
Un inconveniente del depósito es que cuando se llena hasta el momento que salta la pistola del surtidor, frecuentemente se derrama algo de combustible. La boca de llenado, sin tapón de rosca, me parece muy cómoda. El indicador de autonomía de combustible vale de poco porque deja de dar información cuando hay combustible para recorrer menos de 80 km.
El Mégane Coupé no es únicamente un Mégane Berlina con una carrocería diferente, sino que tiene una suspensión con una puesta a punto distinta (más información). Para los Mégane Berlina esta suspensión sólo está disponible con los motor más potentes (Tce de 180 CV y 2.0 dCi de 150 ó 160 CV).
Estos ajustes no convierten al Mégane en un deportivo, lo que no es un defecto ni mucho menos, sino una característica. Es un vehículo seguro y que reacciona bien en casi todas circunstancias. En carreteras rápidas tiene una mucha estabilidad lineal y en carreteras de curvas, tiene buen tacto, lo que facilita y hace agradable su conducción.
Como en otros Mégane, la suspensión trabaja muy bien con alguna excepción: en las irregularidades que hay en la ciudad y sacuden fuertemente las ruedas (por ejemplo, en los cambios de asfalto o en los relieves de plástico que sirven para limitar la velocidad), da la sensación de que la suspensión es algo dura, como tuviese poca capacidad de aislar a los ocupantes. Curiosamente, en carretera, a alta velocidad, esta sensación pasa casi desapercibida.
La estabilidad del Mégane Coupé es buena, esté el asfalto en buen o en mal estado; en todo caso, no se aparta de la trayectoria marcada por el volante. Lo que ocurre es que si está fuertemente apoyado en una curva y hay una junta de dilatación, un bache o pavimento descarnado, se puede notar una ligera vibración y ruido procedente de los elementos de la suspensión.
Estas cosas las suele notar más el conductor que los ocupantes, y no dejan una completa sensación de solidez (eso no ocurre en coches más costosos, como un Mercedes-Benz CLC, por nombrar uno de los mejores en en este sentido, quizá el mejor).
El control de estabilidad (y el de tracción) se puede desconectar hasta una velocidad de 40 km/h; hacerlo resulta útil para comenzar la marcha con más facilidad sobre superficies con nieve. Una vez que el coche ha comenzado a rodar, es mucho más fácil mantener el coche en la trayectoria deseada con el control de estabilidad conectado.