—Gracias
Carlos y gracias Marc. Gracias por haber aceptado correr con
nosotros esta carrera. Gracias por vuestra profesionalidad;
por vuestros resultados, por vuestro trabajo. Y gracias por
vuestra fiabilidad.
Guy Fréquelin, director general de Citroën Sport,
felicita a Carlos Sainz y a Marc Martí a pie del helicóptero
con el que recorre todos los tramos del Rally (Foto de la
Derecha). Estamos al principio de Olympos, última prueba
especial del Rally de Turquía. Un tramo cronometrado
de 33 km de longitud que los pilotos tardan más de
25 minutos en recorrer.
—Gracias a vosotros por haber confiado en nosotros
para esta carrera.— contesta Marc —Gracias por
vuestra acogida y por vuestro excelente trabajo.
A un lado del transmisor de voz, Guy Fréquelin, al
otro, Marc Martí y Carlos Sainz. Ellos, metidos en
un Citroën Xsara WRC, justo después de terminar
el Rally de Turquía, reencuentro de Carlos Sainz con
la alta competición. Nosotros, sentados en el interior
del helicóptero posado en un prado, al borde de un
camino, por el que todavía pasan coches a toda velocidad.
Carlos Sainz ha vuelto. Ha terminado el rally, seguramente
en cuarta posición, pero todavía quedan unos
kilómetros para que Grönholm, Solberg y Loeb lleguen
a la meta. Todavía puede subirse al podio. Fréquelin
está tenso.
Fréquelin lo conduce todo. El equipo, por supuesto,
pero también el helicóptero y la moto con que
lo vienen a buscar cuando el helicóptero llega al parque
cerrado. Aquí, en el tramo, hemos aterrizado con tiempo
y sólo bajar del helicóptero se han acercado
dos soldados turcos para preguntar si tenemos algún
problema. Les digo que no, pero que hablen con ellos, señalando
a Guy Fréquelin y Jean Claude, el otro piloto del helicópetero.
(Estoy sorprendido de la cantidad de policías y soldados
turcos que hablan correctamente inglés. Era el segundo
uniformado que me había encontrado y el segundo que
hablaba inglés con soltura.)
Con
él iba otro soldado, que se quedó cerca de mí
cuando fijé sitio para ver pasar los coches y en su
caso fotografiarlos. Me siento un turista en este rally. Un
turista de lujo, invitado por Citroën, para ver (cuando
escribo esto ya sé que no), la última prueba
de Carlos Sainz en el Mundial de Rallies. Me apetece ver pasar
los coches, saborear cada trazada, cada piedra que rebota
contra la carrocería del Xsara de Carlos, cada arañazo
en la tierra que le lleve a la meta. Ha vuelto y tengo oportunidad
de verlo.
Me siento un turista, pero llevo dentro al periodista que
quiere contarlo, llevar a los lectores a mi espalda, enseñar
por encima de mi hombro como pasa Sainz lamiendo la cuneta.
Y no puedo dejar de hacer fotos. Quiero verlo y quiero contarlo.
Con un agravante. No sé hacer fotos para publicar.
Pero viene Carlos. Sale cruzado de la curva del fondo. Una
curva larga que se hace entera de costado. Sube por la recta
de 150 metros se tira hacia la izquierda, preparo la cámara.
Lo veo acabar la curva por el objetivo y ya viene contra mí.
Ya está aquí. Lo tengo a mis pies. Clic.
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