La Rochelle es una ciudad situada en la costa atlántica francesa. Una ciudad pesquera, cuyos munícipes llevan diez años preocupados por la mejora del tráfico urbano y empeñados en reducir la contaminación. Su último proyecto ha sido poner a disposición de los ciudadanos una flota de 50 coches (25 Citroën Saxo y 25 Peugeot 106) movidos por motor eléctrico para que puedan ser utilizados durante sus desplazamientos urbanos.
Que sean coches eléctricos o no, resulta casi anecdótico. El invento podría funcionar también con coches movidos por gasolina, gasóleo o gas. Lo innovador es el sistema para alquilar el vehículo. No hay que hacer ningún trámite, ni firmar nada. Hay que darse de alta una vez. Después, todo es automático.
Cualquier ciudadano abonado al programa Liselec (así se llama) puede acercarse a una de las seis estaciones de aparcamiento de estos coches y pasar por la ventanilla posterior de uno de ellos la tarjeta codificada que le dan al darse de alta. De esta forma, se le abren las puertas del coche y puede acceder al interior para conducir por donde quiera mientras tenga batería y esté dispuesto a pagar lo que cuesta el recorrido (más barato que un taxi).
Al pasar la tarjeta, una antena situada en el coche envía una señal al centro de control, que en cualquier momento sabe qué persona ha accedido al coche y en qué estación. Mediante el sistema de control informático, también se puede saber cuánta carga tienen las baterías de esa unidad en el momento de la recogida y si los coches disponibles están bien repartidos por las estaciones.
El coche eléctrico tiene como ventaja que no contamina en la ciudad. Sus principales inconvenientes (la escasa autonomía y la dificultad para la recarga) no son un problema en una población pequeña con seis puntos de aparcamiento y de suministro eléctrico repartidos por el casco urbano.
Las modalidades de pago varían de unos usuarios a otros. Los que utilizan el coche frecuentemente pagan una cuota de abono más alta y luego menos dinero por cada trayecto. Los que utilizan estos coches esporádicamente pagan una cuota de abono inferior y en torno a un 50 por ciento más en cada recorrido.
Hay pocos abonados en la Rochelle a este programa municipal de transporte. En una ciudad de 80.000 habitantes, más 50.000 radicados en el extrarradio, sólo 270 personas están adscritas a Liselec, después de un año de funcionamiento. Entre un dos y un tres por mil de la población.
Los promotores (principalmente el municipio de la ciudad, apoyado por el grupo PSA [Peugeot-Citroën], Alcatel y VIA GTI) consideran que a partir de 500 abonados el programa puede empezar a cubrir gastos, por lo que se puede alcanzar un resultado operativo positivo. La inversión (unos 180 millones de pesetas) y el esfuerzo se dan como bien empleados por su contribución a la mejora del aire urbano.
Sin embargo, tanto esfuerzo no se traduce en una elevada tasa de utilización de los coches, que están parados la mayor parte del tiempo. Durante la segunda semana de marzo, por ejemplo, cada coche sólo fue utilizado una media de quince minutos al día. Tan poco que resulta difícil creer que la inversión compense siquiera en términos de polución. |