—¿Está contento?— Le pregunto a Fréquelin
cuando regreso al helicóptero después de que haya
pasado Loeb
—Todavía faltan 10 minutos—me responde
Felicita a Carlos Sainz y a Marc Martí con satisfacción,
pero está tenso. Quedan de cinco a seis minutos. Él
y Jean Claude, el otro piloto del helicóptero, apuntan
los tiempos de cada participante. Dos minutos. Llega Grönholm.
Dos minutos. Llega Solberg. Su posición relativa está
clara. Llega Loeb.
Fréquelin sigue tenso. Apunta el tiempo de Loeb como
si no hubiera pasado nada. Espero a verle un gesto, levantar
el puño, un “yes” o un “oui”.
Algo. Nada. De pronto le oigo hablar, serio, grave, como cuando
le hablaba a Carlos y a Marc.
—Gracias Seb y gracias Daniel. Gracias por vuestro
soberbio trabajo. Por la calidad y fiabilidad. Gracias por
la cuarta victoria consecutiva. Gracias por este magnífico
resultado.
—Gracias a vosotros por la fiabilidad del coche y por
la seriedad de vuestro trabajo.
Cuando acaba de hablar con Daniel Elena, se acerca Jean Claude,
el otro piloto del helicóptero, y le da dos besos.
La cara de Guy Fréquelin ha cambiado.
—Felicidades— le dice. —Cuatro victorias
seguidas. Es un resultado magnífico. Lo malo es que
uno se acostumbra—concluye.
El gesto serio, contraído, se ha transformado en una
sonrisa seria, contraída. Una sonrisa de felicidad,
que sólo asoma ligeramente en sus labios. Está
feliz, pero nadie lo diría si no hubiera visto su cara
cinco minutos antes.
—Bravo— le digo —Muchas felicidades.
—Muchas gracias— responde
A
estas alturas bromea seriamente por la radio. No sé
quién está al otro lado. ¿Satinet, el
Director General de Citroën? Quién sabe. No reconozco
sus voces. Le felicitan por las cuatro victorias seguidas.
Contesta, le replican y se le ve que duda si seguir bromeando,
pero no encuentra las palabras adecuadas. Se acerca para hablar
por la radio. Se aleja. Finalmente se despide.
La sonrisa se ha ensanchado en su cara. La satisfacción
se va haciendo presente en su cuerpo mientras guarda todos
los papeles, bolsas e instrumentos de transmisión bajo
el asiento del helicóptero. Le pierdo de vista cuando
se sienta y empieza las operaciones de puesta en marcha. El
rotor empieza a girar.
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