Una faceta positiva de esta versión, con relación a las de gasolina, es que no se nota que sea Diesel en su confort de suspensión o en su estabilidad. La suspensión no pierde flexibilidad porque el motor no pesa más. Tampoco me ha parecido que el D5 sea más subvirador que el S60 2.4 que probé anteriormente.
La unidad de pruebas tenía ruedas 205/55 16. Me parece que el agarre que daban era suficiente (las distancias de frenada son buenas) y que no hacen al coche brusco o incómodo. Quien quiera un coche aún más cómodo, se puede quedar con las de serie (195/65 15).
Por estabilidad, el S60 está mas o menos en la media de las berlinas actuales. Es un coche más de carretera rápida que lenta. No obstante, tiene un tacto de dirección al que hay que acostumbrarse y una ligerísima tendencia a desviarse de la línea recta cuando se va muy rápido, si hay circunstancias que lo propicien (viento o irregularidades en el suelo).
En carretera lenta reacciona como cabe esperar de una berlina así, que es con algo menos de agilidad que otros coches más pequeños y que otros modelos que van mejor en esas circunstancias, como Alfa 156, Ford Mondeo o Renault Laguna.
Tiene un control de tracción que Volvo llama STC que no hace falta generalmente, salvo sobre suelo resbaladizo. El control de estabilidad se llama DSTC y es opcional incluso en la versión más costosa; Volvo lo cobra mucho más caro (199.996 pesetas) que otras marcas en las que no es equipo de serie, que cada vez son menos en este nivel de precio.
Ha frenado bien, pero la resistencia al calentamiento es la normal en este tipo de coches. «Normal» quiere decir que, quien practique una conducción exigente, verá cómo se calientan pronto.