Hemos podido probar el Laguna Grand Tour con el motor 2.0 dCi de 173 CV. Ya no está disponible, pero hay uno muy similar (178 CV) por lo que las impresiones de conducción continúan siendo válidas. Además, con carrocería berlina hemos probado las versiones 2.0 dCi de 150 CV con cambio manual y automático y 1.5 dCi de 110 CV (más información).
El elemento más sobresaliente del Laguna Grand Tour 2.0 dCi 173 CV es el motor. Con él, el Laguna tiene un funcionamiento exquisito; es suave, tiene fuerza, no es ruidoso y tiene una entrega de potencia a bajo régimen excepcional.
Su característica principal no es la potencia bruta, sino la facilidad y suavidad con la que entrega la potencia a bajo régimen. En carretera de curvas y en subidas, se puede circular en cuarta o en quinta velocidad, en el entorno de las 1.300-1.400 rpm, con una buena respuesta a los requerimientos del acelerador, sin titubeos.
Esta versión es excepcional por la respuesta del motor. Con este coche, a partir de 1.400 rpm, nunca he acelerado ni de más ni de menos, siempre ha respondido exactamente como preveía, con enorme suavidad. Además, tiene mucha potencia para acelerar rápidamente o mantener una velocidad de crucero alta.
Es poco ruidoso, aunque en ocasiones al acelerar a fondo desde bajas revoluciones se oye el sonido del turbocompresor a la vez que el coche acelera con fuerza. Un coche así, que además no consume demasiado, merece la pena para quien aprecie los motores que tienen un funcionamiento redondo.
De lo bien que funciona el motor a bajas revoluciones dan cuenta los datos de prestaciones, especialmente cuando se trata de ganar velocidad desde marchas largas (recuperaciones). De hecho, el Laguna dCi 173 CV es de los mejores familiares con motor Diesel pasando de 80 a 120 km/h en sexta marcha (prestaciones).
Sin embargo, si de lo que se trata es de acelerar todo lo posible llevando el motor hasta su límite, esta versión del Laguna está lejos de ser tan rápido como otros coches turbodiésel de una potencia semejante.
Creo que el resto del coche que no está a la altura del motor. No tiene esa delicadeza. La estabilidad es buena y el agarre alto, pero no me ha dado confianza plena, porque en ningún momento he tenido la sensación de saber qué estaba pasando entre las ruedas y el asfalto.
Hay algunos coches en los que aprecio con claridad dónde están los límites del agarre, si he girado demasiado las ruedas o demasiado poco, si a los neumáticos les puede faltar presión, las irregularidades del asfalto. Eso no me ha pasado con el Laguna Grand Tour.
Lo que se siente desde del volante no se corresponde con la capacidad del coche, porque si uno entra en las curvas más rápido de lo que le pide el cuerpo, el coche apenas se mueve y entra con rapidez y pasa exactamente por donde pretende el conductor. La adherencia de la versión que hemos probado es especialmente buena, en parte, porque tenía las llantas de aleación opcionales de 18". Llevaba unos neumáticos Dunlop SP Sport en medidas 225/45 R18. La rueda de repuesto, de emergencia, es de medidas 185/65 R16, que permite circular hasta a 130 km/h (no es tipo «galleta» con la que únicamente se puede rodar a 80 km/h).
La suspensión no es blanda y tampoco incómoda. Enrique Calle, que también ha conducido esta unidad, dice que a él le parece poco confortable en las irregularidades transversales, como las juntas de dilatación de los puentes (en comparación con coches el Citroën C5 Tourer o el Ford Mondeo Sportbreak). A mí no me parece que sea especialmente incómodo, si bien hay otros coches que absorben mejor ese tipo de irregularidades.