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El coche en la literatura. Mercedes-Benz 11-04-2003
  Comentario de Blas Solo

Un relato formalmente difícil (no hay ningún punto y aparte, hay menos puntos y seguido que páginas tiene el libro) pero muy bien construido. «Mercedes-Benz» (ficha bibliográfica) está presentado como cartas del escritor polaco Pawel Huelle al checo Bohumil Hrabal. No es literatura epistolar clásica, sino algo más parecido a un monólogo interior, mechado de diálogos entre otros personajes que aparecen en los relatos.

La historia arranca en la primera clase de conducir del autor, ya cuarentón, con una joven maestra en un «pequeño Fiat». La ineptitud del alumno hace que las clases se prolonguen, surge simpatía entre ambos y Huelle obsequia a su maestra con historias de su familia en la que aparecen automóviles.

El título de este relato se debe a que el abuelo y el padre del autor —ambos ingenieros— tuvieron un Mercedes Benz 170, el primero la versión «V» y el segundo un «DS». El 170 V , un modelo de 1936, tenía motor delantero; la «V» (de «vorn», anterior) lo distinguía del 170 H (de «heck», la cavidad trasera), el único Mercedes con motor trasero. El 170 DS fue un modelo con motor Diesel de 1952, evolución del 170 D de 1949.

Aunque Pawell Huelle no es ingeniero ni tiene la habilidad al volante de su abuelo Karol y de su padre, sí es capaz de contar con precisión cómo eran los coches de ellos dos. Del 170 V dice:

«En el modelo 170 de aquella época había que revisar la correa de propulsión del ventilador cada quinientos kilómetros, después el nivel de aceite y el líquido del radiador y, por último, los frenos de todas las ruedas; además, cada mil quinientos kilómetros era preciso cambiar el aceite del motor, limpiar la rejilla del filtro del aire, lubricar las palancas del embrague, de los frenos, del acelerador y del arranque y llenar de aceite el depósito central, eso por no hablar de que cada cuatro mil kilómetros se veían obligados a sacar y limpiar el filtro de combustible, comprobar los tubos del carburador y la aspiración, reglar las válvulas del motor, y de que cada siete mil quinientos kilómetros tenían que cambiar el aceite de la caja de cambios, cambiar el filtro de aceite, llenar con lubricante el protector de rodamientos de las ruedas delanteras, sin olvidar que cada quince mil kilómetros lavaban el sistema de refrigeración, y engrasaban los amortiguadores, lubricando los resortes delanteros, además de reacomodar las zapatas de los frenos a la distancia adecuada en el tambor y sin pasar por alto que cada cien mil kilómetros los cilindros tenían que ser rectificados».

Esta obra no es un libro sobre coches, pero tiene el contenido que hace que los aficionados se puedan sentir cómplices con el autor. Habrá quien, en una descripción que hace Huelle de su padre, vea algo de sí mismo:

«nada le causaba mayor placer que una avería, a veces, en un largo trayecto, cuando íbamos a la montaña y no pasaba nada, cuando no se estropeaba nada, mi padre conducía en silencio, visiblemente aburrido por la monotonía, pero tan pronto como algo rechinaba en la caja de cambios, tan pronto como algo chirriaba en los frenos o golpeaba en el diferencial, inmediatamente y con los ojos brillantes empezaba a hacer conjeturas, a emitir diagnósticos, a lanzar hipótesis, y cuando llegábamos al lugar, en vez de salir con nosotros de excursión, desplegaba su instrumental y desmontaba el motor de la mañana a la noche, manchado de grasa hasta los codos, y se sentía feliz; y al cabo de unos días, cuando teníamos que volver a casa, por fin daba con el problema, una fisura en el anclaje de la bomba de freno o un tornillo pasado de rosca y entonces libraba un auténtico combate entre el tiempo y la materia que mi padre nunca perdió, porque la reparación siempre terminaba victoriosa a las doce menos cinco;»

Huelle utiliza los coches para concatenar recuerdos de la época terrible en que en centroeuropa sufrió el nazismo, la guerra y las dictaduras comunistas. Los agradables paseos, las evocaciones bellas y emotivas que narra Huelle con humor dulce, acaban en un abismo donde caen su abuelo, su padre y otras personas que están en el relato.

Huelle nos hace ver en «Mercedes-Benz» que —antes y ahora— la guerra es sólo una de las muchas formas abominables de violencia que se puede ejercer contra las personas.


«Mercedes-Benz» lo ha editado en España El Aleph, con fotografías de algunos de los momentos relatados. La traducción es de Pilar Gil Cánovas.
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