El diseño es como un chiste: si hay que explicarlo, pierde la gracia. Además, desde un punto de vista periodístico, no tendría ninguna utilidad que estos señores de km77.com le cuenten a usted si las formas de este coche son así o asá. Ahí están las fotos, usted es la máxima autoridad en materia de su gusto.
Ahora bien, puede que se vea en la necesidad de tener que perorar acerca de la forma de un coche. Es posible que, aunque no tenga que hacerlo, le apetezca. En tales casos, he aquí algunas indicaciones recogidas después de mucho leer lo que dicen las marcas sobre el diseño de sus coches y de escuchar a señores que los diseñan, a quienes se reconoce fácilmente porque ni se visten ni hablan como los que hacen —por ejemplo— motores.
1. Lo que no se puede medir no se puede clasificar. Pero da igual.
Se puede medir si un coche es rápido o económico de consumo. También se podría medir la estabilidad, porque es un fenómeno físico, aunque antes habría que ponerse de acuerdo en qué es la estabilidad. Como la belleza o la fealdad no se pueden medir, tampoco se pueden comparar coches según ese criterio de forma objetiva.
Cuando alguien dice que el coche X es más bonito que el coche Y, lo que está diciendo es cuál le gusta más a él. Incluso aunque absolutamente toda la población humana estuviera de acuerdo en que el coche X es más bonito que el Y, no se podría deducir de ahí una escala de belleza, entre otras razones porque la gente cambia de opinión sobre esas cosas. La aceleración es un valor objetivo, la belleza sólo puede llegar a ser intersubjetiva.
Pase todo eso por alto. Usted va a arrojar a sus interlocutores un florido racimo de metáforas y pleonasmos para referirse a hechos tangibles. No vacile sólo porque no esté claro que sean hechos y sea seguro que son intangibles.
2. Un poco de estadística.
No vale decir «la estética es muy importante» y, aún menos, «es fundamental». Eso queda muy insustancial. Invéntese alguna estadística del tipo «el principal motivo de compra en el segmento K son los valores estéticos. Un 62 por ciento de los compradores lo cita como lo más importante. En el segmento superior, esa proporción aumenta hasta el 74 por ciento».
Al segmento le puede poner la letra que quiera, nadie se las sabe (sospecho que no significan nada). En el primer número ponga mucho, pero deje sitio para que quepa una cantidad sustancialmente más alta en el segmento «superior». Casi todo el mundo sabe que lo que hacen los que compran coches de los segmentos superiores está mejor hecho.
Con esas cifras que me he inventado o con las que se inventan otros se puede demostrar de forma inequívoca que la mayor parte de la gente bien se compra un coche si le gusta, o bien que no se lo compra si no le gusta. Dicho así, se ve que es de Perogrullo, por eso conviene añadirle algo de estadística.
Una vez establecido científicamente que la mayoría de la gente se compra el coche porque le gusta, cualquiera puede concluir que los coches que más gustan son los que más se venden. Lo interesante de esta proposición es que se sostiene a sí misma. Si el coche X se vende mucho es porque es bonito y sabemos que es bonito porque se vende mucho. No obstante, si usted quiere proponer lo contrario, también puede: el coche Y se vende mucho aunque es feo, si fuera bonito, se vendería aún más.
3. Nunca sobran las palabras.
Cuando hable de diseño, empiece la frese y vaya colocando palabras por en medio según le plazca y sin mesura. Si a mitad de la frase ya no se puede saber de qué está hablando, tanto mejor. Imagine que quiere decir algo como «el diseño es orgánico» (después iremos con el órgano). Pues bien, si quiere decir eso, lo que no debe decir es eso.
Añada algún calificativo: «el diseño es expresivamente orgánico». Meta alguna frase subordinada: «el diseño, innovadoramente vanguardista y clásico a la vez, es expresivamente orgánico». Cambie los sujetos y los predicados: «el diseño, innovadoramente vanguardista y clásico a la vez, se sustancia en un lenguaje expresivamente orgánico».
No se pare ahora: «el diseño, epítome de vanguardismo clásico en innovadora armonía, se sustancia de forma sublime en un lenguaje expresivamente orgánico, diríase esculpido sobre un lingote de metal precioso». Efectivamente, el lenguaje no se puede esculpir, pero no se preocupe por esas cosas.
Tenga en cuenta que, si quiere que la gente se entere de algo, lo mejor es poner el sujeto, después el verbo y después el predicado. En cambio, si lo que quiere es que no se note que no está diciendo nada, entonces lo mejor es despreocuparse por la concordancia del sujeto y el predicado. Para eso hay que empezar hablando de usa cosa, serpentear lo suficiente para que el sujeto quede olvidado y, así, poner el predicado que le dé la gana.
4. Abolición de las categorías gramaticales.
Puede usar cualquier verbo y convertirlo en nombre y, ya hecho nombre, también lo puede hacer adjetivo. Y al revés. Por ejemplo, el término «dinámico» es muy socorrido y le pega mucho a un coche. Quedaría un poco soso si dice «el alerón le da un aspecto dinámico a la parte trasera» (observe que un aspecto no puede ser dinámico, esa es la idea).
Es más moderno y así «el alerón dinamiza la parte trasera». Puede ir un poco más allá si habla de «la dinamicidad que emana del alerón en la parte trasera». Y recuerde lo anterior sobre el número de palabras y el orden de la frase: «en el vértice de escape superior, la dinamicidad de las líneas asume, como una continuidad natural del flujo aerodinámico, una estructura alerónica».
Es decir, la dinamicidad asume una estructura. Da exactamente igual que no se pueda aplicar el nombre dinamicidad (que, además, no existe) al verbo «asumir». También da igual que las estructuras alerónicas no sean susceptibles de que las asuman, y menos aún una dinamicidad. Así se hace.
5. Cuatro cosas.
Al hablar de diseño de coches (y de algunas otras cosas) se suele oponer «orgánico» a «arquitectónico». Lo que quiere decir eso es que las cosas se pueden hacer con líneas rectas o curvas. Se entiende que lo arquitectónico es lo que se hace principalmente con rectas; es una referencia a las formas de edificios en los que —en principio— hay un criterio funcional (como Bauhaus y así). Se llaman orgánicas las formas de los seres vivos, especialmente los animales, en donde es raro encontrar líneas rectas y superficies planas. Una caja de cerillas es arquitectónica, un caracol es orgánico.
Las líneas pueden ser más o menos puras. Si la línea se puede expresar en un diagrama de coordenadas con una ecuación, será tanto más pura cuanto más corta sea la ecuación que la describe. La más pura, por tanto, es la línea recta.
A veces, quienes hablan de diseño se refieren a cosas que sí existen (no todo van a ser flujos de tensión dinámica). Por ejemplo, es mensurable la proporción de superficie acristalada, la altura de la línea de cintura, la longitud de los dos voladizos y la relación entre ellos, o la inclinación de los cristales, por ejemplo. En esos casos uno se entera de lo que están diciendo, como cuando una persona entendida en arte habla de la técnica de un cuadro.
6. Lo que sí que no.
Referencias genéticas. De verdad, está ya muy manido. Lo del DNA o el ADN tuvo gracia las diez primeras veces y fue pasable las cien siguientes, pero la situación se ha vuelto ya de una desoxirribonucleiquez insoportable.
Felinos y otras fieras. Que el coche «asume el aspecto de un animal salvaje que está a punto de saltar» ha sido cursi siempre. Ahora, además, está muy visto. Si, pese a todo, se empeña usted en utilizar esa metáfora, mejor que dé alguna indicación sobre la especie en cuestión. Tenga en cuenta que un piojo también es un animal salvaje a punto de saltar.
Flujos y derivados. Que las líneas fluyen, que son fluidas, que hay un flujo por aquí o por allá, todo eso, ya no tiene ningún sentido, a fuerza de haberlo dicho muchas veces. Ni siquiera el aire fluye sobre el coche, es el coche el que se mueve dentro del aire. Dejemos el flujo para donde más conviene.
Músculos. Se decía que era musculoso un AC Cobra (por ejemplo), aunque no estaba claro si era por el abombamiento de las aletas o por el V8 de siete litros. Los yankis, muy dados a la etiquetas (pony cars, macho cars) hablaban de «coches músculo» (muscle cars). Ahora ya hay músculo en un Hyundai Coupe 1.6. Mejor buscar otra metáfora más cerebral.
Imagen de marca. La mayor parte de las marcas de coches utilizan actualmente un diseño tipo Hermanos Dalton: la misma cara con distintos tamaños. Si en referencia a eso usted dice simplemente «imagen de marca» quedará pobre porque, a estas alturas y con eso de las franquicias, tienen imagen de marca hasta los puestos ambulantes de churros. Pruebe combinaciones de cosas como «identidad» o «personalidad» con «corporativo» o «firma», por ejemplo. Y recuerde que irá más lejos si, en vez de «imagen de marca», habla de «los atributos inconfundibles que inspiran en el identificativo vocabulario de diseño de nuestra firma».
Decía Salvador de Madariaga en «España» que el analfabetismo no es un problema, dado que lo que se publicaba no merecía la pena ser leído. Lo decía en serio, no es un sarcasmo (libro primero, parte primera, epígrafe VII «Escuela y despensa»). La primera edición de «España» es de 1931, en 2005 estamos en una situación parecida y no sólo en España, sino en todo este lado de la valla.
Con tanto chat y esemeese; con tanto discurso sobre ronaldos, ronaldiños y similares; con tanto márquetin y tanto creativo (que llaman a los anuncios «creatividades»); con tanto periodista que escribe de oído, el lenguaje está dejando de funcionar como método para entendernos, para transmitir el pensamiento. No es un problema, dado lo que pensamos. |