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Consultorio automovilístico sentimental 25-11-2005
  Blas Solo

Como sistema político, queridos lectores, lo único peor que una república bananera sería una monarquía bananera. Esto es desde un punto de vista general, claro. Particularmente, si uno quiere asegurar el sustento propio y el de sus deudos en sucesivas generaciones, es un método adecuado. Con tal fin, debe convencer a los demás ciudadanos de lo bueno que es para ellos que estén en el lado menos favorable del privilegio. El significado etimológico de la palabra privilegio —ley privada— describe perfectamente esa situación.

Que uno tiene derecho a leyes privadas por razón de su nacimiento era más creíble antes, cuando estaba establecido que la sangre azul era un carácter congénito. Ahora, cuando nos hemos enterado de que es un carácter adquirido, lo del privilegio parece más difícil de digerir. Pero merece la pena intentarlo porque el beneficio puede ser grande.

Una de las herramientas usuales para convencer a los otros ciudadanos de que son inferiores en algún sentido es la pompa. Aunque eficaz, esta herramienta se debe manejar con tiento porque la desproporción entre los posibles de la realeza y de los súbditos debe ser la justa: ni demasiado poca porque parecería que está de rey un cualquiera, ni demasiado mucha porque lo mismo los súbditos se toman a mal lo de morirse de hambre entre la opulencia.

Esta es la idea que transmitiré a esta corresponsal quien, con buen criterio, se dirige a este consultorio para inquirir sobre:

El vehículo adecuado para una familia Real

Estimado señor Solo:

Yo nunca he sido de las que han soñado con un príncipe azul, y mucho menos negro. De hecho, a mí lo principesco me parecía un poco ñoño. También era muy descreída del montaje religioso que rodea a la realeza, que esta ahí desde que a los reyes los ponía dios, supongo.

Pero, mire usted por donde, en un viaje de estudios por el África francófona di con el que ahora es mi prometido, Phillipe Ferdinand Charles Nghé (tiene más nombres, pero no me los sé). No es porque yo lo diga, pero mi novio es el joven más apuesto y más hermoso de su tribu, como lo fue su tío abuelo Yoghurtu Nghé. A mí con eso ya me habría valido, pero es que también es Príncipe Heredero. Así que me voy a casar con él y a convertirme en Princesa Heredera, en Futura Reina o en como se diga.

Como además de guapo es muy moderno, ha delegado en mí varias tareas relacionadas con la boda, entre ellas la de elegir coche. Me he estado informando sobre coches de casas reales. Parece ser que a los Romanoff les daba por Delaunay-Belleville, los Windsor prefieren Daimler y un Borbón le ha puesto nombre a un Hispano Suiza. He pensado que queda muy bien lo de tener una marca favorita y por esa razón me dirijo a usted ¿Qué marca escogería usted como proveedor de la Casa Real de los Nghé?

He visto que ahora hay más marcas caras que hace un tiempo, como Maybach. Eso me parece muy bien, para solucionar problemas como el que se me plantea. También he visto que los alemanes se encargan de Bentley y Rolls-Royce. La verdad es que les quita un poco de encanto, pero casi mejor porque lo de la seguridad activa me tiene un poco preocupada, a la vista de la suerte que corremos las consortes. Gracia de Mónaco se salió de la carretera en un Rover, pero lo de Diana de Gales fue un Mercedes-Benz, así que ya no sabe una qué pensar.

Una cosa que debe saber es que las carreteras por aquí están un poco peor que en España. Se me había ocurrido coger de coche oficial un Ferrari o un Lamborghini precisamente por eso. Como esos coches necesitan carreteras con pocos baches, cada vez que vayamos por ahí a inaugurar algo o a visitar a súbditos víctimas de alguna catástrofe, arreglarán la carretera. Así iré mejorando el país, sobre todo si salimos mucho. Tendré que preguntarle a algún ministro cómo va eso de hacer carreteras, porque digo yo que las tendrán que pagar los súbditos. Al fin y al cabo las usarán ellos más que yo.

Si los súbditos no tienen mucho dinero para carreteras, habrá que pensar en otra cosa. No es plan que me tenga que quedar en palacio todo el día por culpa de que el Ferrari se cae dentro de los baches. Que me tenga que convertir a la religión de aquí e incuso parecer devota pase, pero enclaustrarme ni hablar, que una es muy salincona.

Y ya para terminar ¿hay monovolúmenes así como de mucho lujo? Lo digo porque antes o después tendremos que perpetuar la dinastía.

Doña Maripi, Princesa de Nghé

Mi querida Doña Maripi, le recomiendo vivamente la lectura de «Teoría de la clase ociosa», de Thorstein Veblen, publicado en 1899 y de una vigencia aterradora. Ahí encontrará, magistralmente expuestos, los fundamentos de la disipación ostentosa sobre la que se interesa.

Una de las ideas centrales del libro es que la organización social que la sostendrá a usted en el trono depende de un creciente grado de consumo disoluto. Es decir, un reloj no sirve para saber la hora, sirve para enseñar a los demás cuánto puede uno gastarse en un reloj. Lo mismo ocurre con los coches. No se trata de que usted vaya de un sitio a otro, sino de que los súbditos vean la suma que puede usted dedicar al transporte.

Lo interesante de este sistema es que la mayoría de la población identifica la superioridad de las capas superiores precisamente por su capacidad de consumo disoluto. Lo que se envidia y se emula de una clase superior son sus signos externos.

Usted, en la cúspide de la escala social, debe exhibir los objetos suntuarios más preciados. Pero cuidado: lo más eficaz, según se ha visto en las monarquías actuales, es reservar ese grado de ostentación para las actividades propias de la institución monárquica, como su futura boda, eventuales bautizos y cosas así. Cuando lleve a cabo tareas más o menos civiles como las que cita, entonces limite el transporte, la vestimenta y otros signos externos a lo normal en la clase alta. Vamos, como si lo pagara usted.

Y aquí entramos en lo de su parque móvil. Mi primera idea es que la Casa Nghé adoptara como proveedor oficial a Hummer, debido a que la relación entre prestaciones y consumo de esos vehículos son muy adecuadas al objeto de la disipación ostentosa. Ocurre, lamentablemente, que el actual Gobernador de California tiene una extensa colección de estos vehículos. No estaría bien que una Casa Real utilice el mismo tipo de transporte que un republicano plebeyo. Usted también es plebeya pero, en su caso, eso se curará con el tiempo.

Las marcas que cita tienen un atractivo indudable desde un punto de vista regio. El problema es que las gamas de Maybach, Bentley y Rolls-Royce son muy limitadas y exceden un tanto de lo que sería políticamente correcto —por ejemplo— si tienen que visitar a súbditos que pasan estrecheces.

Mi consejo, querida amiga, es que para la boda recurra a un carruaje tirado por bestias del país (de las cuadrúpedas) y, para todo lo demás, tome a Porsche como proveedor de la Casa Nghé. Porsche tiene deportivos convenientes para su noble propósito de mejorar la red vial. Tiene un todo terreno, que le será útil si los caudales de los súbditos no dan para esa mejora. Tiene coches descapotables, apropiados para sentir el calor popular, y pronto tendrá una berlina. De momento no hay planes para el monovolumen, pero todo puede llegar.

Además, si Porsche acaba de hacerse con el control de Volkswagen, también podrá hacer a esa marca Proveedor Real. Eso está muy bien porque le permitirá llevar un coche pequeño para dar imagen de familiaridad, que eso le gusta mucho a los súbditos. Le sorprenderá la aprobación que puede recibir a cambio de concesiones del tipo «no hace falta que me llame majestad».

Ya sé que parece un poco tonto que la gente se quede contenta con eso, pero es que «el destino de toda la humanidad está en manos de tontos», como dice King Crimson en el disco «En la corte del Rey Carmesí» (cita). Efectivamente, mi querida Doña Maripi, está en nuestras manos.
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