La información, para que resulte útil, debe ser pronta, anticipada. Ese principio lo aplica todo ser racional en su vida privada. Yo estoy seguro de que los guardas municipales no llaman a su casa, para decir que llegarán tarde a la cena, después de la hora de cenar. No. Seguro que no. Ni que los alcaldes y las alcaldesas llamarán a sus familias, para decirles que el vuelo se retrasa, al día siguiente de que el vuelo se haya retrasado. No. Entonces ¿por qué avisan de las obras cuando ya se ha tropezado con ellas?
Ayer en Madrid, cualquier ayer, había una calle principal cortada. Una de tres carriles, en mitad del diluvio. Ni un solo policía avisaba en los cruces anteriores para que los conductores pudieran desviarse por otros lugares. Ningún cartel avisaba con antelación de que la calle estaba cortada. Uno se enteraba cuando chocaba con las vallas amarillas. ¿Por qué? ¿Por qué ese retraso en suministrar la información? Los policías se mojarían igual si se situaran dos cruces antes y avisaran de lo que pasa con un megáfono, con carteles o a viva voz, llamando de ventanilla en ventanilla. Con aquel atasco tenían tiempo hasta de escribir sonetos informativos. Y muchos conductores, mientras tanto, de utilizar sus telefoninos para avisar de que llegarían muy tarde a cenar. |