Después de haber conducido las tres versiones del XC90 con cambio automático «Geartronic», la que más me ha gustado ha sido la 2.5T de 209 CV, principalmente por su buen equilibrio, elevadas prestaciones y, sobre todo, agrado de conducción. Sin embargo, creo que la más recomendable sigue siendo la versión D5 con motor turbodiésel, ya que tiene unas buenas prestaciones y un consumo mucho más razonable. Al volante, la diferencia de prestaciones entre el 2.5T y el D5 se aprecia claramente, aunque también el mayor consumo de la versión de gasolina.
El que no me ha gustado demasiado ha sido el más potente, el XC90 T6. A pesar de sus 272 CV, no da sensación de acelerar más que el 2.5T. Esto se debe a que su cambio automático «Geartronic» es de sólo cuatro velocidades (según Volvo no cabe el cambio de cinco marchas con el motor de seis cilindros en línea) y que tiene unos desarrollos de transmisión desproporcionadamente largos. En 2ª supera holgadamente los 100 km/h y la velocidad máxima la alcanza en 3ª. El velocímetro de la unidad que hemos probado llegaba en dicha marcha a 220 km/h a 5.600 rpm, a pesar de que la marca anuncia una velocidad máxima de 206 km/h y unos desarrollos de cambio más cortos. Esto hace que apenas se saque todo el partido a su potencia y limita mucho su capacidad de aceleración y recuperación. Por otro lado, los consumos son muy altos en este modelo. Durante nuestra toma de contacto, realizando una conducción a fondo por carreteras de montaña, autovía y conducción todo terreno, el ordenador de viaje del XC90 T6 marcaba un consumo medio de 31 litros/100 km, lo que supone una autonomía de poco más de 230 kilómetros.
Cualquiera de las tres versiones tiene una estabilidad elevada, no balancea en exceso y se inscribe en las curvas con más agilidad de la esperada. El control de estabilidad (denominado DSTC) se muestra eficaz para contener el sobreviraje, pero no tanto en subviraje. Se puede desconectar el control de tracción, pero en ningún caso el de estabilidad. La suspensión no es blanda, pero en carretera tampoco parece un coche incómodo. El XC90 es más ágil de reacciones que un Range Rover y se encuentra en la línea de lo que ofrece un BMW X5 o un Mercedes ML.
El XC90 D5 que he probado tenía los neumáticos Michelin Diamaris 4x4 en medida 235/65 R17 104V que llevan todas las versiones de serie en España. Estos neumáticos son de tipo mixto, para su uso en campo y carretera. Por el contrario, tanto el 2.5T como el T6 que he conducido llevaban los neumáticos Continental ContiPremiumContact en medida 235/60 R18 103V que llevan todas las versiones con llanta de aleación opcional de 7 x 18 pulgadas (421 €). Dichos neumáticos son de asfalto y tienen grandes limitaciones en uso todo terreno, sin embargo, en carretera aportan un guiado más preciso y eficaz del eje delantero al tener un mayor agarre y menor deriva (tienen un perfil más bajo). Con las llantas de 18" y dichos neumáticos, el XC90 sigue siendo ligeramente subvirador, aunque en menor medida que con las llantas de 17" y los neumáticos mixtos.
Me ha gustado el tacto de la dirección y, sobre todo, que es muy rápida y directa (2,7 vueltas). También me han sorprendido sus frenos, más que por su potencia y agradable tacto, por su resistencia al trabajo intenso, algo poco habitual en un todo terreno que pesa 2 toneladas. Lleva unos discos ventilados en las cuatro ruedas de gran diámetro que se recuperan con facilidad del sobrecalentamiento.
El cambio automático «Geartronic», tanto de cinco marchas (2.5T y D5) como de cuatro velocidades (T6), tiene un funcionamiento suave en conducción normal, pero me parece lento cuando se practica una conducción de estilo deportivo, incluso en la modalidad de uso manual secuencial. En dicha modalidad de uso, los cambios se producen únicamente cuando accionamos la palanca de cambios (hacia delante para subir y hacia atrás para reducir) y en ningún caso cambia solo, pudiendo llegar hasta el corte de inyección.