En un motor de gasolina normal, lo que varía el conductor al pisar el acelerador es la cantidad de aire que entre en el motor: cuanto más lo pisa, más entra, y más fuerza da el motor. En un motor Diesel, en cambio, siempre entra la máxima cantidad de aire posible porque no hay un mecanismo que limite la entrada de aire. Para variar la fuerza que da el motor, lo que se regula es la cantidad de combustible, no la de aire.
En un motor de gasolina hay una válvula (llamada «mariposa») que es lo que deja entrar más o menos aire en el motor. Al ralentí está casi cerrada, a medida que el conductor pisa el acelerador, se va abriendo. Si lo pisa a fondo, se abre completamente y entra en el motor todo el aire posible (de ahí la expresión «a todo gas»). Siempre que la mariposa no esté completamente abierta (o casi), el motor tiene un rendimiento malo porque «no respira bien»; es decir, tiene dificultad para que le entre aire. No puede ser de otra manera, porque para dosificar la fuerza que da el motor hay que limitar la entrada de aire .
En un Diesel, en cambio, siempre entra todo el aire posible; esa es una de las causas por las que consume menos (no la única). Un motor de gasolina necesita una proporción exacta entre aire y combustible (14,7 gramos de aire por cada gramo de combustible). Si entra más aire, es muy difícil que la mezcla empiece a arder; por esa razón tiene que haber una mariposa que limite la entrada de aire.
Si se consiguiera abrir más la mariposa, que entre más aire para la misma cantidad de gasolina y —aún así— que esta mezcla con exceso de aire, entonces ganaría rendimiento y se acercaría al Diesel. Ese es el objetivo del motor de «mezcla pobre», como el HDi.