La aceleración que da es menor que la de algunos coches menos potentes, como el 206 o el Ibiza de 75 CV. No creo que a la unidad de pruebas que teníamos le faltara fuerza, sino que el coche es así.
La velocidad máxima que declara Ford es 168 km/h, tanto en cuarta (a unas 6.000 rpm), como en quinta (a 4.850 rpm). Nuestra unidad de pruebas era capaz de alcanzar 5.000 rpm en quinta, sin que las condiciones fueran favorables.
Aunque no tiene la potencia que hace falta para acelerar mucho, sí es un motor elástico. Lo que ocurre es que no se nota porque los desarrollos de transmisión son largos. En la recuperación de 80 a 120 en 4ª está más o menos como otros coches semejantes, porque la diferencia de desarrollo no es grande. En la de 5ª, en cambio, es de los peores que hemos medido.
El consumo tampoco es bajo, algo que ya le ocurría al anterior Fiesta con este motor (en versión de 90 CV). Su consumo medio homologado está ligeramente por encima de la media (tabla comparativa). En uso mixto de carretera y ciudad ha gastado 8,6 l/100 km.
En un recorrido por carretera de sentido único, con frecuentes desniveles y a una media real de 145 km/h, ha gastado 9,8 l/100 km. En este recorrido, para llegar a esa media, a menudo había que reducir a cuarta velocidad y, en ocasiones, acelerar a fondo.
Para calcular el consumo hay que contar con un error del cuentakilómetros de un tres por ciento y un error del velocímetro que está en torno a un 8 por ciento (depende de la velocidad). Según el manual, el velocímetro se puede reprogramar —por ejemplo— para compensar una alteración en el desarrollo de los neumáticos.
Lo que sí tiene este motor es una gran suavidad. Cuando no se necesita mucha aceleración, es un motor muy agradable porque suena y vibra poco. Es el tipo de motor que apreciará principalmente quien haga desplazamientos interurbanos a velocidad constante o con tráfico denso, o bien quien circule principalmente por ciudad.