Juntar un motor potente, unas ruedas muy grandes y una carrocería llamativa es relativamente fácil (ejemplo). BMW ha hecho mucho más que eso con el M3.
Su motor, además de potencia, tiene un rendimiento sobresaliente, una elasticidad extraordinaria y una gran suavidad. No hay, además, ningún otro coche capaz de ir tan deprisa y gastar tan poco.
Ciertamente, las ruedas son grandes, pero no es lo único que lo hace estable. La suspensión es propia de un deportivo, muy poco flexible y sin embargo con una cierta capacidad para absorber baches (no mucha). En curvas lentas es ágil y, en las rápidas, capaz de mantener la trayectoria adecuadamente. Éste es el primer M3 con control de estabilidad (de serie), algo que le da mucho y no le quita nada.
La carrocería se distingue de la de cualquier Serie 3 Coupe por indicios claros (aletas o capó entre ellos) y por pequeños detalles. No es tan discreto como el anterior, pero desde luego BMW no ha intentado que sea un coche extremadamente llamativo. El pequeño espóiler posterior es una prueba de ello.
Para saber más sobre cómo es el M3 pulsa aquí, en esta prueba nos ocuparemos más bien de cómo va.
Si consideramos coches con la misma potencia, precio, tamaño y tipo de carrocería, sencillamente no hay rivales para el M3; los más cercanos serían un Mercedes C32 AMG y, en menor medida, el Audi RS4.
No me compraría un M3 sin probar antes un C32 AMG, por si acaso. Aún así, después de bajarme del M3, me ha venido a la cabeza la misma idea que cuando me bajé del M5: sólo BMW hace coches así.