El motor del Saab 9-5 TiD no se distingue por su fuerza, en términos relativos. En términos absolutos, es capaz de hacerlo subir por una rampa del seis por ciento a casi 200 km/h. Pero, en esa misma rampa, un BMW 525d o Volvo S80 D5 acelerarían más. De hecho, coches menos potentes y más ligeros que el Saab 9-5 (un BMW 320d o cualquier TDI de 150 CV) también acelerarían más.
Es decir, el Saab 9-5 TiD puede tener unas prestaciones satisfactorias, pero no para quien busque las máximas prestaciones.
Es un motor suave, salvo por detalles como las vibraciones que se notan en parado en la palanca de cambio. Al acelerar no se nota, ni en el pedal ni en el volante, la aspereza que tienen otros motores Diesel grandes. A velocidad constante suena muy poco, incluso si se trata de una velocidad muy alta. En aceleración, en cambio, resulta evidente el «tableteo» característico del motor Diesel, incluso si no es una aceleración muy fuerte.
He conducido dos versiones del Saab 9-5 TiD: Linear y Vector. Desde el punto de vista de las cualidades dinámicas, se distinguen en la suspensión y en las ruedas; el Linear lleva 215/55 16 V, el Vector 225/45 17 W. Ambos tenían el mismo modelo de rueda (Michelin Primacy).
Me ha parecido mucho mejor el Vector, desde todo punto de vista (no los he conducido en mojado). El Linear es un coche muy subvirador con una suspensión blanda, que a veces provoca un excesivo cabeceo. En parte por ese cabeceo y en parte porque la suspensión que tiene puede llegar a ser seca, no es un coche cómodo en ciertas circunstancias. El Vector reacciona mejor al volante y no tiene una suspensión dura. En carreteras lentas sigue mucho más la trayectoria que marca el volante y en las rápidas se mueve menos si hay ondulaciones.
Una desventaja de la versión TiD es que no puede llevar control de estabilidad, a diferencia de los gasolina. Saab no ha dicho cuándo va a corregir esta deficiencia.