Quizás se trata de un error de planteamiento y me haya dejado llevar por su aspecto llamativo y agresivo. He probado el Peugeot 508 PSE con la idea de llevar entre manos una versión asequible (y menos potente) de berlinas deportivas como el Alfa Romeo Giulia QV y el BMW M3. Pero no lo es. Se trata de vehículo con un tacto de conducción firme, que algunos pueden asimilar a deportivo, rápido y estable en curva, pero que no está lo suficientemente bien afinado como para convertirse en un modelo que apetezca conducir por puro placer.
Lo mejor del coche es el rendimiento del conjunto suspensión y neumáticos. El ajuste de la suspensión le da al 508 PSE un equilibrio dinámico muy bueno. Es un vehículo poco propenso a subvirar y tiene una ligera capacidad para hacer que el eje trasero deslice, lo justo para ayudar al coche a girar. La decisión de Peugeot de montar unos neumáticos Michelin Pilot Spot 4S —en medida 245/35 R20— es un gran acierto. Agarran mucho y reaccionan con progresividad cuando se excede su adherencia.
Ahora viene lo no tan bueno. Por ejemplo, la dirección es precisa y directa, pero su asistencia es invariable, siempre la misma, da igual que se esté tomando una curva cerrada a la velocidad el rayo o haciendo una maniobra de aparcamiento. Por otro lado está la caja de cambios, que no tiene un modo de manejo manual, pero sí unas levas que te hacen creer que tienes el control. Puedes tirar de ellas y seleccionar una marcha, algo que la caja se toma más como una recomendación que como una orden y, con total confianza, sin avisar, cambia a otra marcha si así lo considera necesario.
Los frenos son potentes y me han parecido que soportan bien el uso intenso. Ninguna queja. Para mí el problema está en el pedal del freno, que tiene un recorrido largo y desigual. Se hunde con facilidad hasta más allá de la mitad y solo cuando se está llegando al final adquiere una consistencia que permite una dosificación precisa. Además, si se pisa fuerte, con decisión, el coche interpreta que se está ante una situación de emergencia y reacciona incrementando súbitamente la fuerza de frenado. Esto lo hace en todos los modos de conducción, también en Sport.
El 508 PSE acelera con la rapidez que se espera de un vehículo de su potencia, 360 CV. Peugeot dice que pasa de 80 a 120 km/h en 3,0 segundos, que es prácticamente lo mismo que nosotros medimos con un BMW M340i de 374 CV (2,9 s). Los motores eléctricos aportan esa respuesta instantánea que le falta al motor de combustión, siempre y cuando haya suficiente carga en la batería. Y ahí reside el problema, ya que si se hace una conducción deportiva, las probabilidades de agotar la batería son grandes. Llegado ese punto, lo cierto es que no se pierde mucha aceleración porque los motores eléctricos siguen colaborando, pero su efecto «relleno» se difumina y la comentada inmediatez de respuesta se desvanece.
Para un uso corriente, diario, el 508 PSE es igual de satisfactorio que un 508. Algo más firme de suspensión, con un poco más de ruido de rodadura, pero confortable en términos generales, de manejo agradable y con una agilidad en curva superior a la media. En esta primera toma de contacto no hemos tenido ocasión de comprobar aspectos como la autonomía en modo eléctrico. Cuando lo probemos con mayor calma, aportaremos datos propios de prestaciones y consumo.