El puesto de conducción es satisfactorio desde casi cualquier punto de vista. El asiento tiene la forma y proporciones adecuadas para que el cuerpo repose adecuadamente y no es blando (tampoco muy duro); le falta ajuste lumbar. En esta versión los ajustes son eléctricos.
Todos los mandos quedan bien colocados, con los de la ventilación por encima de los del equipo de sonido. Además de las palancas principales a los lados del volante (luces y limpia) hay otras dos, para el programador de velocidad y el equipo de sonido.
Resulta difícil evitar la corriente de aire que dan las dos salidas del salpicadero más cercanas al conductor. En invierno —con aire caliente— puede ser molesto; en verano, si sale frío, lo es aún más y casi obliga a cerrarlas.
La instrumentación (poco precisa) tiene dos indicadores más de lo normal, que pueden ser muy útiles: un termómetro de aceite (conviene comprobar que está caliente antes de exigir mucho del motor) y un indicador de nivel de aceite (no hace falta mirar la varilla).
Delante no hay problemas de espacio. Detrás, la anchura está un poco por debajo de la media y el espacio para las piernas sólo es mayor que el de coches más pequeños, como un Lancia Lybra o un Audi A4. El maletero es pequeño, principalmente porque le falta altura y no es muy ancho, de fondo está bien.
El grado de calidad aparente es bueno. No destaca por la riqueza de los materiales, pero todo parece ajustar bien y no tiene piezas mal rematadas.
La funcionalidad de un coche no se mide por el número de huecos que tiene. El 406 no tiene muchos, pero los que tiene quedan a mano para meter las cosas normales (llaves, teléfono, monedas o mando del garaje, por ejemplo). Para los pasajeros de atrás hay una guantera en la bandeja.