Con respecto a la versión corta del Mercedes-Benz Clase A, la larga tiene una distancia entre ejes 170 mm mayor. Esto tiene varias ventajas: es algo más cómodo, tiene más estabilidad lineal y es menos sensible a los cambios bruscos de apoyo.
La suspensión es más dura que en la mayor parte de los monovolúmenes; es más propia de un coche deportivo. Da una estabilidad muy buena, sobre todo cuando el asfalto está en buenas condiciones.
Transmite muy buenas sensaciones en cualquier circunstancia. Es más ágil y tiene más capacidad para ir deprisa por carreteras por curvas que la mayor parte de los monovolúmenes. El balanceo es muy pequeño, cabecea muy poco y mantiene muy bien la línea recta cuando las frenadas son muy fuertes. No es brusco cuando la deceleración en curva es grande y tiene control de estabilidad de serie, por lo tanto da mucha seguridad activa. Además, tiene gran estabilidad lineal a velocidades elevadas.
Como conductor, una vez adaptado esta suspensión poco flexible, me ha parecido incómoda sólo a veces. Sin embargo, los pasajeros —especialmente los de las plazas traseras— se pueden mover mucho cuando el coche pasa por baches. Los asientos tienen relleno de espuma más bien dura, pero no tienen mucha sujeción lateral, lo que no contribuye a evitar los eventuales movimientos de los ocupantes (el equipamiento «Avantgarde», tiene asientos con mayor sujeción lateral).
La dirección tiene un tacto magnífico en carretera, pero en ciudad no tanto. El diámetro de giro —11,0 m— lo hace menos maniobrable que la mayoría de los coches de su tamaño.