Lo primero que destaca al subirse en el Ford Fiesta es la disposición del volante, los pedales y el asiento. El volante no es regulable longitudinalmente, carencia que sorprende en un coche que saldrá al mercado dentro de medio año. En el anterior Fiesta el volante no podía regularse ni vertical ni longitudinalmente, por lo que el actual supone una mejora frente a aquél. Frente a otros modelos de similar categoría, esta carencia se convierte en una desventaja competitiva considerable.
Sorprende también que el asiento no sea regulable en altura. Lo único que puede regularse es la inclinación de banqueta. En la posición de mayor inclinación hacia adelante, la parte de atrás de la banqueta se sitúa 6 cm más alta que en la zona de mayor inclinación hacia detrás, pero eso no significa regulación en altura. En su posición de máxima inclinación es imposible sentarse en la banqueta, porque uno siente que se escurre hacia delante.
Esta sensación de irse hacia delante al inclinar la banqueta se ve agravada porque no hay lugar posible en el que apoyar con fuerza el pie izquierdo. Los pedales están desplazados hacia la izquierda y, entre el embrague y el montante de la carrocería, no queda espacio para pasar el pie con la velocidad y comodidad necesarias. El pie hay que llevarlo sobre el piso, sin apoyo posible.
A pesar de estos detalles, yo no me sentí especialmente incómodo al volante y conseguí una postura agradable (aun sin apoyo para el pie). Sin embargo, otros colegas de la prensa no consiguieron ponerse cómodos, según me contaron. Más curioso todavía es que el espacio para los pies del pasajero también es estrecho. Esta escasez de sitio para los pies se debe a que la consola central del Fiesta es muy ancha.
He conducido tres versiones diferentes del Ford Fiesta que se pondrá a la venta en mayo, dos con motor de gasolina y una con motor Diesel. La principal diferencia en las dos versiones de gasolina era el ancho de los neumáticos. Opcionalmente, el Fiesta con motor de gasolina de 80 CV se venderá con rueda de 195/55 15, en tanto que la de serie es una 175/65 14. El motor de gasóleo sólo he podido llevarlo con rueda 175/60 14.
El motor de gasolina resulta agradable porque no suena demasiado y vibra poco. La sensación que da es que empuja bien cuando se lleva a pocas vueltas, pero debido a un desarrollo del cambio largo hay que recurrir mucho a la palanca en cuanto la carretera deja de ser llana. No noté diferencia entre la rueda ancha y la estrecha en autovía, pero sí que se nota ligeramente en carretera de curvas ya que el coche tiene reacciones más vivas. Nada especial. Tampoco aprecié diferencia de prestaciones entre unas ruedas y otras.
Con los motores que lo probé, el coche es muy fácil de conducir. Habría que probar durante muchos más kilómetros para juzgar mejor el chasis. Con las ruedas anchas el morro entraba ligeramente mejor en las curvas que con las estrechas. Una vez apoyado no hay diferencia entre unas ruedas y otras y casi no la hay, tampoco, entre acelerar y no acelerar.
Los más de diez caballos de diferencia entre el motor Diesel y el de gasolina no son claramente perceptibles. La diferencia de fuerza a bajas revoluciones es tan favorable al Diesel, que en utilización normal incluso parece que corra más que el de gasolina (es muy posible que el Diesel recupere mucho mejor). El desarrollo de las relaciones de cambio es largo en los dos casos, pero el motor Diesel lo lleva mejor.
Ambos motores giran con suavidad y son silenciosos. El Diesel suena más que el gasolina, claro está, pero en comparación con otros motores de caracterísitcas similares, el Diesel resulta más silencioso y suave que el de gasolina.