Es un cambio derivado de uno manual, con dos ejes y pares de engranajes (clasificación de las cajas de cambio). La diferencia es que hay un motor eléctrico que, mediante dos tipos de movimientos, selecciona las marchas. Para accionar el embrague hay otro motor eléctrico; la centralita del cambio es capaz de adaptarse al desgaste del embrague.
Estos motores están controlados por una centralita electrónica, que recibe información por dos vías: bien por señales que le llegan directamente de distintos elementos, o bien por la red de datos del coche.
Las señales que le llegan directamente vienen de los mandos secuenciales (volante o palanca), del botón que selecciona el modo automático, del pedal del freno y de un sensor que mide el régimen del eje primario del cambio. Los dos motores eléctricos también dan una señal de posición que recibe la centralita.
En la red de datos del coche están variables como el régimen del motor o la posición del acelerador, con las que el cambio determina la marcha que debe engranar, según su programación.
La centralita del cambio interviene a su vez en el motor de dos maneras. Cuando va a reducir una marcha, provoca una aceleración para eliminar la retención del motor (lo que equivale al punta tacón). Cuando va a aumentar una marcha, limita la fuerza del motor momentáneamente para que no se acelere mientras está desembragado del cambio (lo que equivale a levantar el pie del acelerador para cambiar).
Los desarrollos de transmisión son los mismos que los de la versión manual.