En septiembre de 2002, Citroën pone a la venta una versión automática del C3 (llamada «Sensodrive») con el motor de gasolina de 1,6 litros con 109 CV. La caja tiene cinco velocidades y doble mando secuencial, en la palanca y en el volante (imagen).
El funcionamiento es satisfactorio en modalidad manual y automática por la suavidad con que cambia de marcha, por la rapidez con que lo hace y porque tiene en cuenta eficazmente el tipo de conducción.
El conductor puede elegir, con un botón en la consola (imagen), entre un funcionamiento completamente automático, o bien seleccionar las marchas con cualquiera de los dos mandos (la palanca o los del volante).
Aunque se circule en modo automático, se puede intervenir manualmente en el cambio al accionar cualquiera de los mandos secuenciales. Aunque se circule en modo manual, el cambio actúa automáticamente en dos casos: uno, no engrana una marcha si el régimen resultante del motor fuera inconveniente (demasiado alto o bajo); dos, engrana una marcha más larga si el motor llega al régimen máximo y el conductor sigue acelerando.
El motor resulta agradable de utilizar, no me ha parecido especialmente ruidoso y, a falta de medir las prestaciones, me ha dado la sensación de mover al C3 con agilidad (prueba del Citroën Xsara 1.6i 16V VTS Coupé con este mismo motor).
El consumo homologado, con el cambio automático, es 0,3 litros /100 km inferior al del mismo coche con cambio manual; en un valor extremadamente bajo. Este C3 es el utilitario automático con mejor relación entre prestaciones y consumo, entre los que tienen un motor de gasolina de 80 a 120 CV (tabla comparativa).
La diferencia de precio entre la versión manual y la automática es 760 euros, más o menos un cinco por ciento del precio final del coche manual. Es más caro (incluso con el descuento) que las versiones automáticas del 206, el Clio o el Yaris, y menos que la del Corsa. Sólo se vende con el equipamiento «SX Plus».