El Serie 2 Active Tourer modelo-año 2018 no presenta cambios en la suspensión con respecto al modelo-año 2014. Es el mismo chasis y la dinámica de conducción es idéntica (impresiones de conducción del Serie 2 Active Tourer 2014).
Tiene un rodar suave y silencioso y, aunque su suspensión —McPherson delante y paralelogramo deformable detrás— es más firme de lo que suele ser habitual en los monovolúmenes de su tamaño, resulta cómodo. Un Mercedes-Benz Clase B absorbe los baches con más suavidad, es más cómodo cuando se circula en asfalto en mal estado, pero al pasar por ellos su suspensión produce un sonido que da poca impresión de calidad. El BMW —y también el Volkswagen Golf Sportsvan— trasmite mayor sensación de robustez, de ser un vehículo mejor ensamblado y eso hace que, a pesar de no ser tan suave filtrando los baches, se conduzca con mayor complacencia.
Se maneja bien en ciudad. La visibilidad del exterior es buena y junto con los sensores de ayuda al aparcamiento (delanteros y traseros) y la cámara trasera, resulta sencillo maniobrar en zonas con poco espacio. La longitud y la anchura de la carrocería son moderadas: 4,35 y 1,80 metros respectivamente. Son unas medidas prácticamente idénticas a las del Volkswagen Golf Sportsvan y a las de un turismo como un Hyundai i30. El Clase B es 6,5 centímetros más largo y 4 milímetros más estrecho. El diámetro de giro es 11,3 m, por lo que es ligeramente más grande que el del Clase B (11,0 m) y el Golf Sportsvan (11,1 metros), aunque en la práctica es difícil notar esas diferencias y con todos ellos se puede dar media vuelta en poco espacio.
Tiene una agilidad en curva superior a lo que suele ser habitual en el segmento de los monovolumen, pero no tan diferente a la de un Mercedes-Benz Clase B como para que esta sea el factor que decida la compra de uno u otro. La carrocería del BMW se balancea poco, menos que la del Mercedes-Benz, y la dirección permite un guiado preciso. Lo que hemos echado en falta en la dirección del BMW es un algo más de asistencia; una dirección un poco más suave disminuiría la acumulación de esfuerzo cuando se está constantemente enlazando curvas a mucha velocidad. En el Mercedes-Benz la asistencia, en cambio, es excesiva, tanto que te «aísla» demasiado del coche y no da la confianza del BMW.
Las reacciones ante acciones bruscas son progresivas y quedan bien controladas por las ayudas electrónicas. No hemos realizado la prueba de esquiva porque la pista de pruebas estaba en obras. De todos modos, hemos simulado, en la medida de lo posible, esta acción evasiva y otras que puedan comprometer la estabilidad del coche, como frenar bruscamente cuando está apoyado en una curva. En todas ellas, el BMW Serie 2 Active Tourer ha reaccionado con seguridad, sin movimientos sorpresivos.
Hemos probado un BMW 218i Active Tourer DCT, es decir, la versión que tiene un motor de gasolina de tres cilindros de 140 caballos y el cambio automático de doble embrague de siete relaciones. Este motor es una evolución del que lleva el 218i Active Tourer de 2014, con cuatro caballos más de potencia y un eje de equilibrado diferente. Además, y esto no es novedad, el volante de inercia es de doble masa y tiene un péndulo de inercia para suavizar su funcionamiento. Como ya ocurría en el modelo 2014, las vibraciones y el ruido llegan muy bien atenuados al interior y, en general, tiene un funcionamiento agradable. Es, sin duda, más satisfactorio que el motor del Mercedes-Benz Clase B 200, el cual, a pesar de tener cuatro cilindros, vibra más y es más ruidoso.
Este motor no tiene problema para mover con soltura al Active Tourer con dos personas a bordo y poco equipaje en el maletero, tanto en ciudad como fuera de ella. Tampoco parece que le cueste mucho esfuerzo acelerar al vehículo cuando se va cargado, siempre que las condiciones de circulación sean poco exigentes. En caso contrario, habrá que jugar con el cambio (si este es manual) y llevar el motor a revoluciones medias y altas para solventar el contratiempo que surja, sea por ejemplo un adelantamiento o un repecho de autopista.
El 218i Active Tourer DCT que hemos tenido ha necesitado 11,3 segundos para acelerar de 40 a 120 km/h y 54,1 metros para detenerse desde 120 km/h. Esta es una aceleración prácticamente calcada a la que medimos con un Mercedes-Benz Clase B 200 7G-DCT (40 a 120 km/h en 11,2 s), mientras que la distancia de frenado ha sido 2,6 metros inferior (el Mercedes-Benz recorrió 56,7 m de 120 a 0 km/h). Tabla comparativa de prestaciones.
En el circuito de consumo que hacemos con los coches que probamos —se trata de un trayecto de 144 km por una autopista con muchas pendientes que completamos a 120 km/h de velocidad media real—, el 218i Active Tourer DCT gastó 7,4 l/100 km. Es 1,1 l/100 km más de lo que consumió el Clase B 200 7G-DCT. Esta diferencia de consumo entre estos dos modelos la hemos registrado en este circuito y en otros urbanos y extraurbanos que hemos realizado. El BMW siempre necesitaba más gasolina que el Mercedes-Benz, en torno a 1,5 litros más cada 100 kilómetros.
La caja de cambios automática DCT funciona tan bien que es difícil no recomendarla. Se trata de una opción que en la versión 218i cuesta 995 euros (el precio cambia según la versión, listado de precios) y que hace que la conducción sea más placentera. Es suave tanto en maniobras a poca velocidad (algo que no se siempre se puede decir del 7G-DCT de Mercedes-Benz), como cuando se lleva el motor al límite de revoluciones y pasa de una marcha a otra con rapidez. Se puede manejar manualmente, aunque el conductor no tiene un control total sobre el cambio ya que si, por ejemplo, el motor llega al límite de revoluciones, la caja pasa automáticamente a la siguiente marcha.