En Londres, la fiebre de los acontecimientos desborda la ciudad. Tanto que no es necesario pagar para aparcar en la calle. Todo un lujo. Por buena parte del centro de Londres no se puede circular. El metro está más lleno que de costumbre, porque por la superficie no circulan ni los autobuses. Una maravilla de ciudad, enloquecida este 31 de diciembre. Leicester Square, Picadilly, Buckingham, la gente camina con pitos, cintas de colores, gorros y mil idiomas en la boca. Gente de todo el mundo ha venido a Londres a ver una noria que al final no funciona a pesar de la enorme inversión, unos fuegos artificiales y millones de ciudadanos por las calles.
El día uno del 2000 dejamos descansar al León, por si había bebido la noche anterior, que se fue a dar una vuelta con Renano.
El dos de enero a las cuatro de la tarde embarcamos hacia Francia. En Sea France están de huelga, por lo que embarcamos con la competidora P&O Stena. (El barco de Sea France era más acogedor).
La hora de diferencia que jugó a nuestro favor al ir, se vuelve en contra al año siguiente y desembarcamos en Francia cerca de las siete de la tarde. De allí hasta Estrasburgo. Tenemos que darnos prisa para llegar a cenar. La niebla nos acompaña de nuevo en algunos trayectos y sirve también de camuflaje. Algún BMW, de nuevo, se pone a tirar del grupo. Poco después de desembarcar, en una bajada, la aguja del León roza por primera vez las dos centenas, para celebrar los dos milenios o algo así.
Llegamos tarde a Estrasburgo. Centro Europa, todo cerrado y un sitio para cenar en pleno centro. Ni un solo eurodiputado y muchas habitaciones libres en los hoteles, que dan precios de última hora en condiciones ventajosas. |