El Saab 9-3 es suave, silencioso y cómodo. El motor hace poco ruido, y la sonoridad procedente de la aerodinámica también es baja, casi independientemente de la velocidad.
A partir de 140 km/h se escuchan ligeramente los retrovisores, pero dicho ruido prácticamente no se hace mucho más notorio a más velocidad. Permite hablar sin elevar el tono y escuchar la radio sin incrementar el volumen en un rango de velocidad grande.
Es menos manejable (más lento de reacciones) en carreteras con curvas que un BMW Serie 3, un Mazda6, un Ford Mondeo, un Nissan Primera (con motor de gasolina), un Jaguar X-Type o un Alfa Romeo 156. Es fácil de conducir, pero más subvirador que la media.
El 9-3 tiene un tacto de dirección excelente en maniobras, pero se hace demasiado suave yendo más deprisa. La carrocería no se mueve tan acompasadamente como en otros coches de tacto más «deportivo».
Tiene una suspensión que en ocasiones puede parecer un poco dura que —sin embargo— no limita ciertos movimientos de la carrocería, sobre todo de balanceo. Es más cómodo que un Audi A4 con la opción de suspensión deportiva.
Los frenos son satisfactorios para un uso normal y sólo insuficientes en un uso muy intenso (y, por tanto, anormal). La primera parte del recorrido del pedal no da mucha capacidad de deceleración.
Tiene unas luces largas excepcionales y son de bombilla halógena. Las de cruce eran de xenón en nuestra unidad de pruebas (opcionales) y también iluminan mucho y bien.