El Pixo tiene un motor muy bueno porque puede gastar poco combustible y puede dar mucha aceleración para su potencia (tabla comparativa). Tiene un funcionamiento agradable porque responde a cada movimiento de acelerador de forma inmediata y eso facilita mucho ciertas maniobras en ciudad. El único inconveniente que tiene el motor es que vibra mucho al ralentí (es de tres cilindros).
El Pixo se desenvuelve bien fuera de la ciudad, siempre que no se lleve cargado o sea necesario adelantar en poco espacio. No da sensación de ser un coche lento porque tiene fuerza suficiente para mantener con facilidad la velocidad máxima permitida en cada vía, e incluso superarla holgadamente.
Para moverse con agilidad por carreteras en las que sea necesario cambiar el ritmo habitualmente y en pocos metros, hay que utilizar el cambio con frecuencia para llevar al motor a un régimen alto. Para circular a buen ritmo, lo mejor es hacerse a la idea de que sólo tiene cuatro marchas. En cuarta alcanza su velocidad máxima; la quinta es de desahogo porque permite reducir el ruido (que es notable cuando el motor va a un régimen alto) y el consumo a velocidad sostenida, pero con ella engranada el Pixo acelera muy poco. Los cambios hay que realizarlos «de oído», ya que no tiene cuentavueltas.
Como suele ocurrir en los coches pequeños, la carrocería se mueve más al pasar por los baches que en los modelos más grandes. El conductor se debe acostumbrar a esos movimientos rápidos y cortos. Realmente no dan una idea de la reserva de seguridad que tiene el coche, que es mayor de la que cabría esperar. Un Toyota IQ tiene más tacto de coche grande, pero no me parece más seguro ante maniobras bruscas.
El Pixo reacciona bien en circunstancias como un cambio repentino de carril o una maniobra de esquiva, siempre teniendo en cuenta que es un coche de ciudad. Cuando por alguna razón llega a su límite de adherencia es mucho mejor tener el control de estabilidad (700 €, en un paquete que también incluye airbags de cabeza) que no tenerlo. Este elemento da una seguridad activa muy alta y supone una ventaja competitiva para el modelo de Nissan, pues hay modelos de similares características que no pueden llevarlo.
El Pixo con cambio manual tiene un consumo homologado de 4,4 l/100 km, una cifra algo inferior a la del Aygo, el C1 y el 107 y bastante menor a la del Picanto e i10 (ficha comparativa). De los coches de gasolina que actualmente hay a la venta en España, sólo gasta menos el Toyota Prius (3,9 l/100 km), el smart fortwo coupé (en las versiones 45 mhd y 52 mhd: ambas consumen 4,3 l/100 km) y el Toyota iQ 1.0 VVT-i (4,3 l/100 km). Con cambio automático, el Pixo gasta 5,0 l/100 km.
Un pequeño inconveniente que hemos encontrado en nuestra unidad de pruebas (no tenemos idea si ocurre en otros Pixo) es que cuando quedaba algo menos de un cuarto del depósito de combustible (bastante antes de llegar a la reserva), el coche se quedaba sin aceleración en algunas curvas pronunciadas. Puede ser porque la bomba de gasolina se descebase.