El C2 puede dar más sensación de amplitud desde el puesto de conducción que otros coches de su tamaño o más grandes. El recorrido longitudinal del asiento es suficientemente grande, el parabrisas no queda muy cerca en ningún caso y hay mucha altura libre en cualquier posición del asiento.
Las palancas para el cambio de marchas son de las mejores que se encuentran en el mercado, mejores aún que las de Alfa Romeo, Audi, BMW o Porsche. Son metálicas, grandes y están fijas en la columna de la dirección (se parecen a las de Ferrari).
Al alcance de los dedos, y casi sin mover las manos del volante, hay una gran cantidad de mandos. En la palanca derecha están los mandos para cambiar la emisora o la canción del disco, el volumen del equipo de sonido, ver las informaciones del ordenador, manejar el limpiaparabrisas y el limpialuneta. En la palanca izquierda están los intermitentes, las luces principales (posición, cortas y largas) y las de niebla (los faros y el piloto). En el volante están los mandos para conectar y manejar el programador de velocidad, y la bocina; tras él las palancas para aumentar y reducir marchas.
Así expuesto, puede parecer un jaleo manejar tantos mandos, pero lo cierto es que me ha parecido muy cómodo y creo que no se necesita mucho tiempo para acostumbrarse. Lo único que me parece dudoso (aunque a mí no me ha molestado) es que el mismo mando que, basculándolo, sirve para cambiar de emisora o de canción en el CD, pulsándolo sirve para manejar el ordenador.
La instrumentación combina un velocímetro digital (de números muy grandes) con un cuentarrevoluciones analógico con una aguja muy pequeña (sólo se ve la punta). No es el mejor cuentarrevoluciones que he visto, pero al menos lo lleva (no como otros coches de este tipo).
Los indicadores de temperatura del motor son analógicos, con una serie de luces que no destacan si les da el sol.
Hay cuatro grados de iluminación para la instrumentación y las pantallas del salpicadero (para los sistemas de sonido y ventilación), más una función «black panel», que oscurece todo salvo el velocímetro y las informaciones que sean esenciales (por ejemplo, los testigos o el nivel de gasolina si baja de un cierto límite).
El cargador de cinco CD está muy a mano, pero hace que la pantalla y los mandos de la ventilación queden abajo, accesibles pero poco visibles. Hay cosas que se pueden manejar al tacto, pero otras no (como seleccionar la distribución de aire).
El ajuste del respaldo es por palanca y puntos fijos, en lugar de por un mando giratorio con ajuste continuo. Como casi siempre que me siento en uno de estos asientos, me da la impresión de que no consigo el ángulo que prefiero para el respaldo, porque está entre dos de esos puntos.
La visibilidad en tres cuartos trasero está limitada por un montante ancho, por el marco de la luneta, por el cinturón de seguridad y por el reposacabezas (aunque esté abajo).
En los coches tan pequeños como éste, esos elementos estorban más que en otros más grandes, porque están más cerca del conductor.
Si el cristal está muy sucio, el campo de visión en ese ángulo es aún menor porque hay un área grande que el limpialuneta no barre.
Alrededor del conductor hay suficientes huecos para los objetos normales. Unas llaves, unas monedas y el mando del garaje se pueden poner en la consola, si se quita el cenicero (que es móvil). La bolsa rígida de la puerta es corta pero ancha, cabe un teléfono y alguno de sus accesorios. Además, también queda a mano desde el puesto de conducción el hueco previsto para las plazas traseras, que está entre los asientos delanteros.