Los aspectos funcionales del León 4 son satisfactorios en general y tiene un aspecto de calidad superior a la media en coches de esta clase.
El puesto de conducción es bueno, con la salvedad de la visibilidad hacia atrás, que lo hace incómodo en ciudad. La relación entre volante, asiento y pedales es adecuada a personas de muy distinto tamaño; sería preferible un apoyo mayor para el pie izquierdo. El asiento sujeta muy bien la espalda y, salvo a las personas más corpulentas, menos bien la cadera; es un buen asiento, en todo caso. Maniobra peor que un León con cambio de cinco marchas y poco en términos absolutos.
Tiene de serie climatizador y funciona bien en distancias largas, pero no reacciona muy rápidamente a cambios de temperatura bruscos. Las salidas de aire están bien colocadas.
El espacio para pasajeros es semejante al de un León normal, pero el maletero es mucho más pequeño. A causa de la suspensión trasera y del diferencial, el piso está 10 cm más alto. El volumen queda en 270 litros, que es poco.
El motor, que no es brusco, hace que el coche sea agradable en ciudad. Es curioso que, al arrancarlo, suena a Diesel más que ningún otro coche de gasolina que haya oído. También tiene de Diesel la forma en que llega al régimen máximo: no tiene un corte de inyección, sino que va perdiendo fuerza hasta que se queda sin capacidad para acelerar.
Con este motor sólo se vende la versión Sport, cuyo equipamiento es bueno. Lo único que se echa de menos como equipo de serie es el limpiaparabrisas automático y, al menos como opción, el ordenador.