El Ibiza TDI de 130 CV sólo está disponible con acabado Sport, que consta —entre otras cosas— de una suspensión muy dura, que le da mucha estabilidad pero puede desagradar a quien quiera un coche cómodo.
Tiene una gran capacidad para mantener la trayectoria (hay que corregir muy poco la dirección) cuando pasa muy deprisa por encima de irregularidades tales como las juntas en los puentes de las autovías o en carreteras bacheadas. No es muy sensible a los cambios bruscos de apoyo ni a la deceleración en curva, por lo tanto, es seguro y fácil de conducir.
En carreteras con curvas es un coche que transmite confianza para circular rápido, casi siempre es subvirador y no exige mucho al conductor. Aunque en las curvas entra con cierta agilidad, la dirección no tiene un tacto tan directo como un Peugeot 206 GTI, Renault Clio Sport, o un MG ZR 160. Tampoco es más ágil de reacciones que un Ford Focus, que es más blando de suspensiones. Los frenos son suficientes para conducir rápido y las distancias de frenado son buenas.
La unidad probada tenía neumáticos 205/45 R16 83 W (frente a los 195/55 en llantas de aleación de 15 pulgadas que tiene de serie), que se desgastan con gran rapidez. Recogimos nuestra unidad de pruebas con 6.900 km y a los neumáticos delanteros les quedaban solo unos 2 mm hasta el testigo de desgaste. Después de 1.200 de pruebas, a veces rápido y a veces no, los neumáticos ya estaban más desgastados de la cuenta. Tanto al recogerlo como al devolverlo, el desgaste era ligeramente mayor por la parte interior de los neumáticos delanteros.
Tal desgaste no implica que el Ibiza 1.9 TDi Sport 130 CV tenga problemas de motricidad, al menos en seco. Tiene un control de tracción como equipo de serie que no entra en funcionamiento normalmente y, cuando lo hace, no para mucho al coche.