Aunque la cara del Fiesta es reciente, y en el equipamiento se han añadido distintos elementos que ya son normales (airbag laterales entre ellos), en ciertos aspectos se le nota el tiempo que lleva en el mercado.
Lo más palpable es precisamente el equipamiento. Aunque la versión Ghia es la más cara de la gama, le faltan cosas como doble luz de marcha atrás, cierre centralizado con mando a distancia o un sistema más cómodo para abrir el maletero (estos dos últimos elementos son opción). Eso sin entrar en otros más sofisticados, sean muy necesarios como el control de estabilidad, o más bien prescindibles como el sistema de navegación.
El puesto de conducción es bueno, aunque las personas más altas pueden notar una cierta falta de espacio por debajo del volante. Esta última generación del Fiesta tiene un ajuste de altura práctico, pero con un mando que inspira poca confianza (a lo mejor dura más que el coche, pero no lo parece).
El asiento será estrecho si quien se sienta es de complexión grande, pero sujeta bien el cuerpo en las caderas y en la espalda.
Es un poco justo de anchura en las plazas delanteras y algo pequeño en las traseras (en las tres medidas), salvo que se viaje sólo con niños pequeños. El maletero está dentro de lo normal; entre los coches de su tamaño, los hay más espaciosos y menos.
La ventilación es eficaz por su capacidad para renovar el aire, pero si hace mucho calor hay que recurrir necesariamente a las salidas de aire centrales. El inconveniente de hacerlo es que es muy difícil que el aire que sale por ellas no incida en el cuerpo o en las manos del conductor, lo cual es muy molesto a la larga.
Con este motor hay tres versiones de Fiesta: por un lado con equipamiento Ambiente y carrocería de tres o cinco puertas; por otro, con equipamiento Ghia y sólo en cinco puertas. La diferencia de precio entre ambiente y Ghia es 119.000 pesetas, y la de equipamiento es más de elementos decorativos que funcionales, aunque el Ghia tiene reposacabezas traseros y más opciones que el Ambiente.