Los neumáticos son el único punto de contacto entre el vehículo y el suelo. Un neumático montado e hinchado a la presión recomendada, sólo tiene unos pocos centímetros cuadrados de contacto con el suelo. En esa poca superficie de contacto, tiene que soportar todos los esfuerzos transversales, longitudinales y todo el peso del vehículo. De la calidad del contacto de los neumáticos con el suelo depende directamente la seguridad activa de un vehículo.
A diferencia de otros elementos que intervienen en la seguridad, los neumáticos tienen la ventaja de que son fáciles de revisar: están a la vista y no necesariamente hace falta desmontarlos para comprobar si su estado de conservación es correcto.
Para mantener un neumático en correcto estado es primordial comprobar su presión y su desgaste.
Un neumático necesita una presión de aire determinada para rodar y para durar. Más o menos aire del recomendado deteriora los neumáticos prematuramente, cambia las reacciones del coche y aumenta considerablemente los riesgos de reventón.
La presión debe revisarse periódicamente, por ejemplo, cada dos semanas. El neumático no es completamente estanco. La porosidad natural del caucho (aunque escasa), el estado de las válvulas y la unión de la llanta con neumático, son vías por las que el aire puede salir muy lentamente.
La presión ideal es la que recomienda el fabricante del coche y normalmente es distinta en función del peso que se cargue; también varía en función del tipo de vías y de la velocidad a la que se realicen los trayectos. La rueda de repuesto de emergencia va a una presión muy superior a una rueda convencional. La presión a la que hay que hinchar los neumáticos se puede encontrar en el manual de mantenimiento de cada coche, en los pilares de las puertas delanteras o en la cara interna del depósito de combustible, dependiendo del modelo de coche.
Los manómetros de las gasolineras no son lo mejor para comprobar la presión. Están expuestos a golpes y a condiciones muy duras; por ello, pueden estar descalibrados y dar lecturas erróneas. Lo mejor es hacerse con un manómetro de bolsillo de calidad (los hay analógicos, digitales, de funcionamiento mecánico o a pilas) y llevarlo siempre dentro del coche.
La presión de las ruedas siempre debe comprobarse con el neumático frío. Es decir, cuando no se haya rodado nada o muy poco (se considera que un neumático está «frío», cuando ha rodado menos de tres kilómetros y si ha estado parado más de dos horas). Si no queda más remedio que comprobar la presión después de haber rodado un cierto tiempo, es conveniente añadir unos 0,3 km/cm3 a la presión de aire recomendada, pero conviene volver a revisarla de nuevo cuando estén fríos. El inflado con nitrógeno no evita tener que verificar la presión periódicamente.
Como la presión es un factor clave en la duración, es recomendable cambiar las válvulas cada vez que se reemplace un neumático. Debido a su posición, las válvulas están sometidas a una fuerza centrífuga muy grande. Además, cuando se cambian los neumáticos siempre hay que revisar su equilibrado.
Hay neumáticos que están preparados para rodar sin presión durante unos cuantos kilómetros a una velocidad reducida. Estos neumáticos tienen una estructura distinta a los convencinales; entre otras cosas, tienen un flanco mucho más rígido. |