En el circuito del Jarama esta prueba se realiza en la recta principal. Simula una vía de tres carriles para un mismo sentido mediante conos dispuestos adecuadamente, donde nosotros circulamos por el centro a una velocidad cercada a 110 km/h, y, en el último instante advertimos un obstáculo que nos obliga a cambiar de carril rapidísimamente.
Lo que determina hacia qué carril hay que dirigir la maniobra de evasión es un pórtico colocado unos pocos metros antes del obstáculo, que en su parte superior tiene dos luces (una a cada lado). Hay que esquivar hacia el lado contrario al que se enciende la luz. El problema es que sólo sabemos hacia dónde mover el volante hasta el último momento, que es cuando se enciende una de las dos luces. Así, se incluye el factor sorpresa, y se asemeja más a la realidad.
Una vez que tenemos claro hacia qué lado cambiar la trayectoria del coche hay hacer hacer dos cosas para finalizar la maniobra con éxito. La primera es pisar el freno todo lo que se pueda (algunas marcas han llegado a la conclusión que en caso de emergencia no se aprovecha toda la capacidad de frenada de un coche; para limitarlo han equipado sus coches con servofreno de emergencia) y girar el volante sólo lo necesario para dar al coche la guiñada justa para que pueda pasar el carril.
Dada la tensión que provoca esta maniobra, es muy común girar el volante más de lo necesario, con lo cual estamos limitando la adherencia del eje delantero y es muy posible «hacer un recto» y arrollar el obstáculo, en nuestro caso, unos flexibles conos de plástico. Otro problema de girar demasiado el volante es que las reacciones del coche suelen ser más violentas y difíciles de controlar.
Es el único ejercicio que se realiza en asfalto seco, al menos que llueva. En esta prueba todos los coches tienen conectado el ABS y el control de estabilidad. |