Los motores de gasolina eran los únicos disponibles en la presentación. Tanto la versión de 115 CV como la de 145 CV dan una buena sensación de fuerza y aceleración, dada su potencia, y mueven con cierta agilidad la carrocería del Mazda5. El único inconveniente que pueden tener estos motores es que son algo ruidosos.
Que sea ruidoso tiene que ver, en parte, con el hecho de que van cortos de desarrollo. El 1,8 l alcanza la velocidad máxima, 182 km/h a 5.512 rpm cuando la potencia máxima este motor la da a 5.300 rpm. El 2,0 l alcanza la velocidad máxima, 196 km/h a 6.189 rpm, cuando este motor da la potencia máxima a 6.000 rpm. Por lo tanto, puede ser frecuente verlos girar a un régimen alto, a poco que se desarrolle una velocidad elevada.
Durante la toma de contacto sólo he ido sentado en las plazas delanteras. Ahí es donde más se aprecia el ruido del motor. Es de suponer que el que llega a la segunda y tercera fila de asientos es más reducido.
No está previsto que las versiones de gasolina puedan tener una caja de seis velocidades (una sexta de desahogo sería una buena idea). Las versiones Diesel la tendrán de serie.
Es un monovolumen muy cómodo de suspensión. Aunque los muelles y amortiguadores son claramente blandos, es un coche agradable de conducir porque el tacto de la dirección es bueno y porque el coche apoya bien en las curvas.
El Mazda5 es un coche relativamente ágil, en el sentido de que los movimientos de la carrocería en las curvas influyen más en la trayectoria que por ejemplo en un Volkswagen Touran, en un Toyota Corolla Verso o en un Renault Scenic. Es decir, por ejemplo, si el conductor frena o en determinadas circunstancias, puede hacer un amago de sobreviraje antes que otros coches. Creo que esto no es un inconveniente en un coche que tiene control de estabilidad de serie en todas las versiones.