El puesto de conducción del Mazda CX-5 me ha parecido bueno salvo por lo poco que sujeta el asiento en las curvas. La espalda, y más concretamente su mitad superior, se desliza hacia fuera en curvas cerradas, sin necesidad de ir muy rápido. En carreteras con curvas amplias, donde la aceleración lateral no es grande, no ocurre. Otro inconveniente que he encontrado es que la pierna interior apoya contra una superficie dura de la consola y acaba siendo molesto. No sé si esto sucederá a todos los conductores o sólo a los que son de estatura elevada.
La instrumentación es fácil de leer (imagen). En el lado derecho del cuadro hay una pantalla para configurar diversas funciones del coche y que también se usa para mostrar la información del ordenador de viaje y la del sistema de advertencia de abandono involuntario del carril. También hay una pantallita que muestra la marcha seleccionada (sea el cambio manual o automático) y una flecha que recomienda subir o bajar de marcha para que el consumo sea menor.
Los lugares que hay alrededor de las plazas delanteras son suficientes para guardar lo que habitualmente suele ser necesario (llaves, cartera, etc). Entre los asientos, hay un cajón bajo el apoyabrazos y sólo un hueco para bebidas, ya que el lugar donde iría el otro está ocupado por los mandos que sirven para manejar el equipo de sonido, navegador y teléfono (imagen). El freno de mano es de palanca, va colocado en un lateral de la consola y no resta espacio. En el hueco que hay bajo los mandos del climatizador caben uno o dos teléfonos móviles y están las conexiones USB y Aux (y dos tomas de corriente de 12 V) para el equipo de sonido (imagen), por lo que también es un buen lugar para colocar un reproductor mp3 y que el cable de conexión no moleste.
En general, el habitáculo del CX-5 transmite sensación de calidad. Gran parte del salpicadero es blando al tacto, un recurso infrecuente en Mazda, y los ajustes son buenos. Hay detalles mejorables, como la guantera (imagen), que no está tapizada ni iluminada aunque lo cierto es que, por la posición del plafón del luz del techo, se ve razonablemente bien su interior. En el techo, junto al retrovisor interior, hay un cajón para dejar unas gafas (imagen). Tras tener el coche aparcado al sol dos horas, la montura de las gafas quemaba, no recuerdo que me haya pasado en otros coches. El lugar (y su mecanismo) donde se coloca la tarjeta de memoria del navegador (imagen) parece que se haya decidido a última hora.
Las plazas laterales traseras son cómodas y amplias (imagen). Hay altura suficiente para que se sienten personas de casi dos metros de estatura. El problema es que el ajuste en altura del reposacabezas es insuficiente, por unos pocos centímetros, para que quede a la altura adecuada. Quien esté por debajo del metro noventa no tendrá ningún problema. La plaza central es incómoda por la forma del respaldo (sobresale y es duro) pero tal vez un niño puede viajar ahí sin sentirse incómodo. Sentar a un niño en su sillita es más cómodo que en un turismo porque no hay que agacharse tanto.
Al CX-5 le faltan elementos que doten de mayor practicidad a las plazas traseras. Los asientos no tienen ningún tipo de regulación (en un Honda CR-V pueden desplazarse longitudinalmente y variar la inclinación de los respaldos), hay pocos lugares para guardar cosas —el de las puertas está diseñado para que pueda colocarse inclinada una botella de 1,5 litros—, tampoco hay una toma de corriente —donde conectar, por ejemplo, un DVD para que los niños viajen entretenidos— y las únicas salidas de la climatización son las de los pies.
Los cristales de las ventanillas pueden estar oscurecidos para evitar que entre mucha luz y calor. Este sistema me parece más cómodo que el de las cortinillas enrollables, sobre todo cuando hay niños (así no juegan con ellas y no se pueden romper). Para conducir de noche o al maniobrar en un garaje, el grado del tintado del cristal no supone un problema porque se ve bien a través de él.
Al maletero se accede a través de un portón de apertura manual que queda, una vez abierto, a una altura tal que quien mida algo más de 1,80 metros podrá golpearse la cabeza contra él. La cortinilla enrollable que oculta el equipaje va enganchada al portón (imagen), en vez de a los laterales del maletero, por lo que al abrirlo asciende y no es necesario retirarla para poder llegar al fondo del maletero (imagen). El tramo de la cortinilla que normalmente va enrollado y que se extiende al abrir el portón es de un material perforado que permite ver a través de él desde el habitáculo.
El maletero tiene una luz en el lado izquierdo, que no alumbra mucho y que queda tapada por el equipaje si se pone en ese lado un objeto grande. También hay una toma de corriente donde se puede enchufar, por ejemplo, una nevera de 12 V. No hay ganchos para colgar las bolsas de la compra ni ningún otro sistema para llevar la carga organizada y sujeta. Tampoco unas argollas para colocar una red. Bajo el piso hay un doble fondo (imagen). Está organizado por compartimentos, hechos en una bandeja de espuma rígida, en los que van las herramientas y el kit de reparación de pinchazos; no hay rueda de repuesto.
El volumen de carga puede aumentar abatiendo los respaldos traseros. Esta maniobra se puede realizar desde el maletero mediante unos tiradores (imagen) o desde el habitáculo. Mazda ha dividido los respaldos en tres piezas, en la proporción 40:20:40; cada una puede abatirse independientemente de las otras dos (imagen con todas las opciones). Esta división es muy práctica si solo van dos personas sentadas detrás y se necesita introducir un objeto largo. Con la división más habitual (60:40) los dos pasajeros deben sentarse en un espacio muy justo.