Me llevé a León de paseo por Londres, para presentarle a mis colegas y para que viera la ciudad.
Lo primero fue bajarle al metro. Cualquier línea. Nos metimos por la estación de King's Cross. El cruce de los reyes era perfecto . Al lado, la nueva biblioteca , cerrada por las fiestas. Vargas Llosa la pone a caldo, pero apetece perderse por ahí dentro. Tuve que convencer a León de que no se colara entre las rejas.
Nochevieja y todo el tráfico cortado. Los vagones, como siempre llenos de variedades. Los pelos del rasta de mi derecha electrizan los pelos del abrigo de pieles de la mujer que está a su lado. Enfrente de los dos, el esmoquin del acompañante. Mind the gap (cuidado con el espacio entre vagón y andén) resuena en los altavoces. León no sabe de qué le hablan.
Hoy hay menos papel de hamburguesas y botes por el suelo que de costumbre. La porquería debe estar por la superficie. Dejamos el metro en Covent Garden. Hasta Picadilly es mejor caminar y ver. El río humano ha llegado de todos lados. Qué buenos conciertos hay en Leicester Square de un tío solo, con su guitarra y su altavoz. Cualquier día sin motivo alguno te lo encuentras ahí. En la nochevieja no. No había música. Pitos y gritos ocupaban el ambiente.
Esta noche Leiscester Square me recordó el mercado de la calle, en Dublín, al otro lado del río. Tan diferente y me lo recordó. Me puse melancólico y arrastré a León hasta mis suburbios.
Todavía me culpa no haberle llevado a la National Gallery. Nada hay en Londres como esta gruta. Quizá me dio miedo ver a León con todos los pelos erizados ante un retrato de Rembrandt o ante el seno de la Dalila de Rubens. Si yo fuera él les daría un zarpazo. Tres cortes exactos, inapreciables, con sus finísimas uñas. Tres hachazos invisibles de desesperación y venganza.
PD. Pido perdón a los jefes de km77.com por el retraso en la entrega de este artículo. Espero que León supiera volver solo a donde se le esperaba al día siguiente.
* Renano Ridotto es nuestro corresponsal en la estratosfera.
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