El Tivoli Grand es cómodo, tiene una estabilidad lineal correcta y está bien aislado acústicamente. Es un coche sencillo, sin más pretensiones que transportar a sus ocupantes de un lugar a otro y en un ambiente agradable.
Las carreteras de tipo autovía son el terreno ideal para el Tivoli Grand, donde tiene un rodar suave y, hasta cierto punto, refinado. La suspensión, de ajuste más bien blando, tiene una muy buena capacidad de absorción y proporciona un nivel de confort alto en casi toda circunstancia.
En carreteras de curvas, en cambio, es torpe de reacciones, la carrocería se balancea de manera clara y el control de estabilidad no permite circular de manera fluida si el ritmo es vivo. No obstante, la estabilidad del coche en este tipo de situaciones es elevada. La dirección permite guiar el vehículo con cierta precisión, pero se nota muy aislada de las ruedas. El ajuste tiene el mismo enfoque que el resto de componentes que afectan directamente a la conducción: apenas opone resistencia.
El motor de gasolina de 163 caballos junto con el cambio automático opcional de seis velocidades (fabricado por AISIN) forman una combinación poco recomendable. A pesar de que las cifras oficiales pueden dar a entender que el motor es muy elástico (teóricamente el par máximo se mantiene entre 1500 y 4000 rpm), lo cierto es que no es así: por debajo de unas 2200 revoluciones apenas tiene fuerza y una vez supera las 5000 (no llega más allá de las 5500), pierde «fuelle» de manera clara. Si a eso le juntamos un cambio automático lento y que tiene una tendencia muy exagerada a engranar marchas largas, el resultado es un coche al que le cuesta salir desde parado y que, para obtener una buena aceleración, obliga a activar continuamente el kick-down pisando a fondo.
Con otra programación de la caja de cambios, menos orientada hacia la eficiencia y que mantuviera el motor dentro de su rango de utilización óptimo (entre 2000 y 5000 rpm, aproximadamente), el agrado de uso ganaría muchos enteros y el conductor no sentiría la respuesta lenta y perezosa que, en muchas ocasiones, se percibe del conjunto que forman el motor y la caja de cambios.
Eso sí, cuando se pisa el acelerador a fondo y se activa el kick-down, el Tivoli Grand es un coche muy rápido. Hemos medido una aceleración entre 80 y 120 km/h en 5,8 segundos, un dato muy bueno para la potencia disponible y notablemente mejor que el de, por ejemplo, un BMW 218i Active Tourer DCT de 140 CV (7,1 s) o un Mercedes-Benz B 200 7G-DCT de 163 CV (6,9 s). La recuperación en sexta entre 80 y 120 km/h, por contra, evidencia la falta de elasticidad del motor: emplea 19,5 segundos.
El consumo de combustible que hemos medido durante la primera toma de contacto con el coche ha sido entre medio y alto. En nuestro recorrido habitual, que transcurre por una autovía durante 144 km y a una velocidad media de 120 km/h, gastó 8,0 l/100 km. Los BMW y Mercedes-Benz citados en el párrafo anterior gastaron menos (7,4 y 6,3 l/100 km), y algunos SUV de tamaño y potencia parecidas, también: el Mazda CX-5 2.0 SKYACTIV-G 165 CV necesitó 7,1 l/100 km, el Mitsubishi Eclipse Cross 150T de 163 CV 7,4 l/100 km, el Nissan Qashqai DIG-T 160 DCT 7,0 l/100 km y el Renault Kadjar TCe 140 GPF 7,2 l/100 km.
Los neumáticos de la unidad que hemos conducido eran unos Nexen N´Priz AH8 en medidas 205/65 R16 y con especificaciones M+S (mud+snow; o barro y nieve). La adherencia que daban era muy pobre, algo que constatamos especialmente en la frenada desde 120 km/h hasta detener el vehículo. En dicha maniobra, el Tivoli Grand necesitó 61,8 metros, que es de los peores datos que hemos medido en km77. Al menos, la frenada fue estable.