A mi juicio, nada distingue más al Ford Mustang actual que su motor de 8 cilindros. Bueno, quizá por encima del motor, lo que más lo distinga sea su nombre, pero después del nombre está el motor. Hasta hoy, todas las generaciones del Mustang han tenido motores de 8 cilindros en V. Desde 1964, año en que apareció la primera generación hasta 2024, fecha en la que llega a Europa la séptima generación de este coche que nació hace 60 años y que tuvo un éxito inesperado para la propia Ford desde el primer día.
En Estados Unidos y en otros países se comercializa también con motor EcoBoost de 4 cilindros y 2,3 litros de cilindrada, pero en Europa se vende exclusivamente con motor de 8 cilindros en V.
He conducido el «Dark Horse», que sólo está disponible con carrocería cupé, y brevemente las dos versiones de carrocería del GT. La descapotable, cuya denominación es «Convertible», con cambio automático, y la cupé «Fastback», con cambio manual.
La caja manual del Dark Horse está elaborada por el fabricante Tremec (más información sobre la caja de cambios) en tanto que la caja manual de las versiones GT son fabricadas por Ford. Las dos cajas son de seis relaciones y las dos tienen la marcha atrás hacia la derecha y arriba. La caja de la versión GT la he podido probar muy poco y sólo en entorno urbano, por lo que no me atrevo a dar mucha información sobre ella. Mi sensación es que es igual de precisa que la del Dark Horse pero más lenta. La manual del «Dark Horse» es muy precisa y notablemente rápida, si bien no sobresale tanto por la rapidez como por la precisión. Sea como sea, el uso de la caja de cambios se vuelve adictivo, por el gusto de engranar las diferentes marchas.
Sin embargo, salvo que quieras circular a velocidades endemoniadas, apenas es necesario utilizar la palanca de cambios. El motor tiene un funcionamiento tan sobresaliente en toda la gama de revoluciones, desde poquísimo más de 1000 rpm hasta las 7500 rpm, que en cuanto llegas a tercera o a cuarta puedes circular constantemente con cualquiera de estas marchas casi a cualquier velocidad.
Las relaciones del cambio son largas, imagino que para intentar contener el consumo. Aunque no llevan la misma caja de cambio las relaciones son parecidas en las dos cajas manuales. La velocidad punta a régimen de potencia máxima, en sexta marcha, sería de 400 km/h. La velocidad máxima anunciada por Ford es de 250 km/h para las versiones GT y de 263 km/h para el «Dark Horse», con el cambio manual. Con el cambio automático, la velocidad punta está establecida en 250 km/h para todas las versiones.
El cambio automático es de 10 relaciones y si bien es cierto que la décima marcha del automático tiene un desarrollo ligeramente superior al de la sexta marcha del cambio manual, al tener más relaciones intermedias los saltos entre marchas son menores. Pero, como decía la principio, el motor tiene un funcionamiento tan bueno en toda su gama de revoluciones, como es normal con esa cilindrada de 5038 centímetros cúbicos, que las relaciones de cambio tienen poca relevancia, salvo si se quisiera exprimir el motor al máximo, lo que resulta prácticamente imposible en una carretera abierta al tráfico.
He probado la versión «Dark Horse» con el suelo seco y las dos versiones del «GT» con suelo mojado. Al conducir una en seco y las otras dos en mojado no soy capaz de compararlas en igualdad de condiciones, por lo que mis conclusiones pueden estar un poco desvirtuadas. Tampoco dispongo de información precisa de cómo afectan los modos de conducción a los diferentes órganos. Tanto las versiones «Dark Horse» como las «GT» ofrecen al conductor, mediante dos botones accesibles en el volante con la mano izquierda, la posibilidad de modificar entre los cinco modos de conducción. «Eco», «Normal», «Sport», «Circuito», «Piso deslizante» y «Personalizable».
No tengo claro cómo actúan sobre los diferentes elementos implicados (acelerador, cambio de marchas en las versiones automáticas, climatizador, amortiguadores, control de tracción, dirección, sonido de escape y «Start&Stop») cada uno de estos modos de conducción, pero sí tengo claro que en las versiones «Dark Horse» la reacción del eje delantero cambia notablemente y la respuesta de las ruedas ante la indicación del volante es mucho más rápida. No se trata de un cambio de desmultiplicación de la dirección, sino una reacción debida a que el coche gira más plano.
En la información suministrada a la prensa pone que las versiones «Dark Horse» tienen un ajuste específico de la suspensión «MagneRide» (amortiguadores cuyos fluidos se ven afectados por campos magnéticos, de forma que se puede regular su dureza). Desconozco si se debe únicamente a este ajuste o a algún otro. Lo que sí puedo afirmar es que según mis sensaciones el coche cambia apreciablemente cuando se gira el volante para modificar la trayectoria. El eje delantero tiene una respuesta claramente más directa.
Una de las peculiaridades del modo de conducción «Personalizable» del Mustang es que no puede es posible actuar sobre él con absoluta libertad. A diferencia de lo que ocurre con el modo «Individual» del Grupo Volkswagen, por poner un ejemplo, mediante el cual tú puedes seleccionar una dirección muy dura junto con la amortiguación muy blanda (un suponer) en el Mustang no es posible, ya que el modo «Personalizable» sólo se puede personalizar sobre una de las bases existentes «Eco», «Normal», «Sport», «Circuito» y «Piso deslizante».
Por ejemplo, si seleccionas la base «Piso deslizante», podrás modificar el sonido del escape, pero con toda seguridad no podrás modificar el control de tracción y ponerlo en modo «Sport». De esta forma, Ford garantiza que los conductores de su Mustang no hagan selecciones que perjudiquen a la seguridad, pero también limitan la posibilidad de probar diferentes soluciones aparentemente ineficaces o contradictorias.
Sea como sea, cuando se eligen diferentes modos de conducción, por ejemplo entre «Normal» y «Sport», se notan diferencias notables en el tacto del acelerador, de la dirección y de la suspensión. También se notan diferencias entre «Sport» y «Circuito», si bien apenas he indagado en este campo porque en carretera abierta tiene poco sentido hacerlo. Pasar de un modo a otro es muy sencillo a través de los mandos del volante. Lo que no es posible es ajustar el modo «Personalizable en marcha». Es imprescindible hacerlo en parado, sobre la pantalla central, y posteriormente elegir en marcha una de las opciones preajustadas.
¿Y después de la puesta a punto, cuál es el resultado? Mi conclusión es que conducir el Mustang es una delicia, tanto con el cambio manual como con el automático, tanto la versión «Dark Horse» como la «GT», tanto en modo «Normal» como en «Sport». Es una delicia en todos los aspectos. Empieza por el sonido del motor. Ese sonido ronco, omnipresente, del V8 te pone los pelos de punta sólo arrancar. No es necesario elegir ningún sonido amplificado. Para qué. Suena deliciosamente sin mayor parafernalia. Seguimos por la respuesta en curvas.
No he llevado al coche a sus límites de agarre ni en mojado ni en seco, pero en las dos circunstancias, especialmente en mojado, el buen trabajo de las Pirelli PZero que llevaban los coches que he conducido me ha permitido pasar por rapidez por alguna curva sin el menor asomo de tensión. El coche gira plano y entra en las curvas con mucha eficacia, tanto en modo «Normal» como en «Sport». El tacto de la dirección es sobresaliente y también el del volante. Los frenos funcionan muy bien, con buen tacto y capacidad para dosificar bien. Después de un uso intensivo, al detener el coche olía mucho a pastillas de freno, pero ese olor a freno no se notaba en absoluto ni en el tacto del pedal ni en la eficacia de la frenada.
Voy a decir algo que nunca hubiera imaginado antes de conducir la séptima generación. Al conducirlo, el Ford Mustang me ha recordado a la respuesta de los Porsche deportivos mucho más de lo que hubiera pensado antes de ponerlo en marcha. Hay diferencias claras en la calidad de los materiales y soluciones utilizados en el interior, pero en el tacto y disfrute de conducción digo que no tantas. Son coches diferentes por precio, sonido, por tamaño y hasta por la posición del motor, pero no por placer de conducción y por respuesta a las indicaciones enviadas a través de los mandos.
Me he quedado con ganas de más Mustang. Una presentación se queda corta y hacen falta más kilómetros para conocer bien un coche así. En ningún momento he apurado tanto como para que entrara el sistema de control de estabilidad. O al menos eso me parece a mí, porque si ha entrado ni me he enterado.
El freno de mano eléctrico, con palanca como las de los frenos de mano mecánicos de toda la vida (imagen), diseñado especialmente para permitir derrapar, no lo he probado.