El Tiguan es fácil de conducir en un sentido amplio de la expresión: la postura al volante es buena, los mandos se manejan con suavidad, la visibilidad es correcta, las reacciones son previsibles y su conducción, ágil en un coche de este tipo. Por confort de suspensión, nos parece que son mejores el Nissan Qashqai o el Hyundai Tucson, por ejemplo.
En carretera cambia de apoyo con rapidez y con poco balanceo de la carrocería. Un Mazda CX-5 es más ligero (ficha comparativa) y así se siente al conducirlo, pero su carrocería se mueve más y esos movimientos llegan a alterar la trayectoria en situaciones en las que el Tiguan la sigue sin problemas.
En las pruebas que hacemos en circuito se corroboran las sensaciones que hemos tenido en carretera. En la prueba de esquiva aguanta sin problemas el primer cambio brusco de carril; a partir de ahí, el control de estabilidad frena mucho el coche, lo que facilita que haga el segundo cambio sin problemas.
En el eslalon entre conos, la carrocería apoya con inmediatez, pero la parte trasera no ayuda a realizar los giros y hay que ser muy fino con el volante para pasar los conos sin la intervención del control de estabilidad. En cuando se gira un poco más el volante de lo adecuado, el control de estabilidad interviene para reducir la velocidad el coche y facilitar que siga por donde se le indica con el volante.
En las dos pruebas, la sensación de seguridad que transmite el Tiguan el conductor es grande. Hay una ausencia total de reacciones bruscas o no previsibles que puedan ponerle en apuros.
El motor Diesel de 150 CV vibra poco y es ruidoso, aunque su sonido no suele ser molesto y no obliga a elevar la voz para mantener una conversación. En el Tiguan que hemos probado, cuando hacía mucho viento o al ir a una velocidad elevada, se oía un ruido aerodinámico en la zona de las puertas delanteras, en la parte superior del marco. Las prestaciones del Tiguan con esta combinación de motor, caja de cambios automática DSG y sistema de tracción total 4Motion son similares a las de un Honda CR-V con una configuración similar (tabla comparativa).
En una utilización en la que la velocidad sea más o menos constante, el consumo es bajo. En nuestro recorrido comparativo —un trayecto de 144 km por autovía, con cambios de nivel continuos, conduciendo con suavidad a una media de 120 km/h— el Tiguan 2.0 TDI 150 CV 4Motion DSG gastó 6,4 l/100 km. Es un consumo bajo, que no iguala el que logramos con el BMW X1 de idéntica potencia (y que no tenía tracción total; 6,3 l/100 km/h) y que mejora el obtenido con el Honda CR-V de 160 CV (6,8 l/100 km con cambio automático y tracción total) y el Mazda CX-5 de 150 CV (y tracción delantera). En trayectos urbanos, hemos tenido unos consumos que oscilaban alrededor de los ocho litros y medio, hacia abajo con tráfico fluido en vías poco congestionadas y hacia arriba si eran trayectos cortos con arrancadas constantes. El sistema de parada y puesta en marcha automática del motor funciona bien aunque es posible que haya gente que, en algunas circunstancias, eche en falta que actuase con mayor rapidez a la hora de rearrancar el motor.
La caja de cambios automática DSG de siete relaciones aporta confort a la conducción y también seguridad puesto que facilita la mejor respuesta del motor ante un imprevisto aunque no permite maniobrar a muy baja velocidad con la misma precisión que otros cambios automáticos porque el movimiento inicial del coche al acoplarse el embrague es algo brusco. Tiene dos programas de funcionamiento automáticos —normal y deportivo— y también ofrece la posibilidad de seleccionar las marchas manualmente con las levas que hay en el volante, que son pequeñas y giran solidarias con él.
Es novedad en el Tiguan 2016 un mando —llamado 4MOTION Active Control (imagen)— que permite al conductor seleccionar entre cuatro programas posibles —carretera, nieve, off-road y off-road personalizado—. El programa de carretera tiene a su vez cuatro ajustes (normal, deportivo, confort, económico y uno configurable) que varían la respuesta del pedal del acelerador, el cambio automático, el programador de velocidad, la asistencia de la dirección y al funcionamiento del climatizador (imagen)
Para facilitar las maniobras, algunas versiones del Tiguan pueden tener un sistema de aparcamiento semiautomático (el conductor se desentiende el volante) capaz de hacerlo en línea o en batería (620 €) y cuatro cámaras (960 €) que proporcionan una imagen cenital de los alrededores. La imagen de estas cámaras sirve para aproximar el coche a un bordillo sin dañar las llantas o para ver un obstáculo de poca altura, pero no son útiles para maniobrar con precisión junto a una pared porque no dan una imagen buena de las esquinas del coche. Nosotros hemos echado en falta que la imagen de la cámara trasera fuese más amplia porque no deja ver que hay a los lados del coche en la parte posterior.
El Tiguan superó sin problemas un circuito de obstáculos al que nos llevó Volkswagen en la presentación de este modelo para que probásemos el funcionamiento del Tiguan fuera del asfalto. Obviamente era un recorrido diseñado ex profeso y poco exigente pero, seguramente, más complicado que cualquier obstáculo al que se enfrentarán la mayoría de conductores de este modelo (en nuestra página de Facebook hay un vídeo de parte de este circuito). Nosotros lo hemos probado por pistas y salvo por una suspensión firme que lo hace incómodo en los baches, su capacidad es suficiente para superar obstáculos de dificultad normal.
En la pantalla de la consola se puede visualizar un menú (llamado «Información Offroad») donde aparecen datos que pueden ser útiles para circular fuera de vías asfaltadas (grado de giro de las ruedas delanteras, altitud, rumbo y temperatura del líquido refrigerante y del aceite; imagen).