El Impreza WRX estrena un salpicadero de nuevo diseño, con una buena imagen y terminación, si bien sigue habiendo algunos plásticos que todavía son mejorables. El equipamiento de este modelo es abundante y no deja prácticamente nada como opción. De serie cuenta con aire acondicionado, cuatro elevalunas eléctricos, cierre centralizado con mando a distancia, faros antiniebla, reglaje de altura de faros desde el interior, llantas de aleación de 17 pulgadas, ABS, doble airbag frontal y airbag lateral delantero, techo practicable eléctrico (sólo el Sport Wagon) y revestimientos de cuero en el volante Momo de excelente empuñadura, en el pomo del cambio y en la palanca del freno de mano.
El toque deportivo lo marcan sus asientos de tipo bacquet, con una buena sujeción lateral y regulables en altura, unos nuevos pedales realizados en aluminio, la consola central plateada y el cintillo de color metálico que hay en los relojes de la instrumentación. Por cierto, la instrumentación es muy pobre para un deportivo de este calibre, hay más instrumentos, pero opcionalmente.
La lista de opciones es corta, casi limitada a elementos accesorios y a un alerón trasero para el Impreza WRX sedán que destaca por su relativa discreción y también por un elevado precio (aproximadamente 80.000 pesetas).
La habitabilidad es normal, no es muy amplio con relación a otros modelos de similar tamaño, pero permite viajar con suficiente amplitud. El volumen del maletero no está al nivel de otros rivales a causa del espacio que ocupa el diferencial trasero, pero tiene una capacidad de carga más que razonable a la hora de viajar (401 litros el sedán y 356 litros el Sport Wagon). Esto condiciona también el tamaño de la rueda de repuesto, que es de las estrechas.