La conclusión que sacamos de esta prueba de larga duración es que el León TDI 110 es un buen coche. Tiene defectos, como un asiento que no gusta a todo el mundo y mala visibilidad hacia atrás. Pero el conjunto de sus cualidades positivas supera a las negativas.
Los dos principales fallos que ha tenido han sido la alineación de las ruedas y el embrague. Por lo que hemos sabido, es frecuente que el León y el Toledo TDI desgasten excesivamente las ruedas delanteras por su cara interior. En el coche que hemos comprado ese desgaste ha sido excesivo por una mala alineación, un problema que dos servicios oficiales de SEAT no han sido capaces de solucionar .
El embrague ha empezado a hacer un ruido a los 42.000 km por causa del collarín, que ha ido en aumento. Después de acudir a dos servicios oficiales, en el segundo detectaron la avería y cambiaron el embrague completo, incluido el volante motor. Dado que la garantía estaba ampliada, no hemos pagado las 171.000 pesetas de esta reparación.
No se ha presentado el problema en el turbocompresor que han tenido otros motores de este tipo. Nuestro León ha circulado gran parte de estos 50.000 km con carga alta y muy poco por ciudad. El coche sigue bajo nuestro control y, a partir de ahora, irá de otra manera, más despacio y en recorridos más cortos; si fallase el turbocompresor, informaríamos de ello.
Otra conclusión a la que hemos llegado es que resulta más fácil encontrar un buen coche que un buen servicio técnico. Hemos visitado cuatro, y tres han dado un mal servicio. Estimamos que es muy recomendable extender la garantía; ello obliga a hacer las revisiones en servicios oficiales, pero la diferencia precio con un taller independiente es poca comparada con una reparación como la que le hemos hecho al embrague (171.000 pesetas).
Una parada de más en el taller
A los 42.000 km al SEAT León de km77 le empezó a sonar el embrague. Al principio casi no sonaba nunca y al final casi nunca dejaba de sonar. Decidimos aprovechar la revisión de los 45.000 kilómetros para que lo revisaran, si bien antes llevamos el coche al taller de Froilán de la Fuente (Madrid) para que nos dijera de dónde venía el ruido: «esto es el collarín del embrague», aseguró Froilán.
Con esa información nos fuimos a pasar la revisión de los 45.000 kilómetros a Ancrisa, concesionario de SEAT situado en el Barrio de la Fortuna (Madrid). Faltaban pocos días para que se cumpliera un año desde la compra del coche, por lo que todavía estaba en garantía y además de la revisión habitual les pedimos que comprobaran el ruido del embrague y lo solucionaran. También les solicitamos que nos revisen un leve retemblor que se produce al frenar y que comprueben la alineación de las ruedas delanteras para evitar el desgaste anormal de los neumáticos.
El trato en Ancrisa fue personalizado y amable en todo momento. Hablamos con el jefe de taller sobre el desgaste irregular que habíamos observado anteriormente en los neumáticos delanteros (se habían desgastado más por el interior). Nos comenta que «es habitual en este modelo y en el Toledo, porque al frenar fuerte se abre ligeramente la alineación de la dirección y esto provoca dicho desgaste por la zona interior del neumático». Nos recuerda también que la revisión de las cotas de dirección no entran dentro de la garantía y deberemos pagarlo aparte.
El coche lo dejamos un lunes y nos dicen que podría estar para el jueves. El jueves llamamos y nos dicen que está listo, pero tienen que probarlo y nos llamarán en cuanto esté. Volvemos a llamar nosotros ya el siguiente lunes. Nos comentan que han encontrado los discos de freno delanteros «ovalados» (quieren decir alabeados) y que van a cambiarlos. Como nos dicen que no han oído ningún ruido en el embrague decidimos acercarnos hasta el concesionario para mostrárselo.
Una vez allí salimos a dar una vuelta con el jefe de taller. Nos comenta que habían apretado unas «chapas» que tiene por debajo (?), que podían ocasionar el ruido. Tras nuestra insistencia de que era un sonido en el embrague y no de unas «chapas» el ruido aparece finalmente tras varias intentonas arrancando en una rampa. Nos comenta que lo van a revisar, que «pueden ser las correas» (más ?). Sobre los frenos, nos advierten que el cambio de los discos la mano de obra lo cubre la garantía, pero las pastillas no.
El miércoles por la mañana nos llaman para decirnos que podemos recoger el coche. Han realizado también la alineación y nos dicen que estaba bien, pero que le han quitado un grado de caída para que desgaste menos los neumáticos por el interior. La factura contempla la revisión de los 45.000 km y la alineación de las ruedas delanteras. La revisión del embrague y la sustitución de los discos de freno los cubre la garantía, pero tenemos que pagar las pastillas: 10.128 ptas + IVA. El total de la factura fue de 28.977 pesetas.
Como imaginábamos, tras el comentario de que el sonido del embrague podían ser unas «correas» mal tensadas, nada más salir con el León del concesionario, volvíamos a escuchar el mismo ruido. Llamamos de nuevo a Ancrisa y pedimos fecha para llevar de nuevo el coche, pero ya no hubo oportunidad. Nos dieron fecha para un lunes y mientras tanto buscamos otros talleres (para dar información del servicio en varios lugares). No hubo opción a más. En Galiauto, en el barrio de Carabanchel de Madrid, único servicio oficial de SEAT (de los cinco que llamamos en Madrid) en el que nos dieron cita para la mañana siguiente. Era un jueves (el jueves 14 de diciembre) y a las 8:30 de la mañana llegamos a la puerta, puntuales con la cita.
Tras tomar todos los datos, el recepcionista se subió a nuestro lado para escuchar el ruido. Con la primera engranada y el freno pisado, solté el embrague despacio. Una vez y no sonó, dos veces, no sonó. Tres veces. Se caló. A la cuarta vez sonó y mantuve el ruido todo el rato que hiciera falta (con el embrague medio pisado) hasta que el recepcionista me confirmó que lo había oído bien. «Hay que cambiar el embrague —dijo sin dudar—. Hay que cambiar el conjunto de volante motor y embrague, que además va todo junto. El ruido lo provoca el volante motor. Bueno, creemos que es el roce del embrague con el volante motor. En todo caso, cambiamos el embrague y el volante y desaparece. A un Toledo que vino con este ruido se lo cambiamos todo y el ruido desapareció». Cuatro días —el vierbes a las siste de la tarde— llamaron para que pasara a recoger el León, que ya estaba arreglado.
La garantía extra cubrió todo y no nos ha costado ni una peseta, pero la operación (lo pregunté aunque no me dieron ningún papel) hubiera costado 171.000 pesetas. No sé si lo dijo para alegrarme la tarde y dejar claro cuánto dinero nos habíamos ahorrado o si es la cifra real, pero él lo miró en sus papeles. Desde entonces ni un solo ruido en el embrague.
Además del embrague, la palanca del cambio se había desajustado. Los cables de la timonería (que llevan el movimiento desde la palanca hasta la caja) se habían aflojado y las marchas entraban peor que al principio. En un par de ocasiones la segunda se me quedó clavada y no podía sacarla: «No se preocupe, porque cuando cambiemos el embrague tenemos que ajustar todo de nuevo y se solucionará». Efectivamente, todo está solucionado. Caja de cambios y embrague funcionan perfectamente.
Para el resto del coche parece que no hayan pasado los kilómetros. Un pequeño ruidito en la tapa de la guantera anuncia que ya no es nuevo. Es insignificante y se soluciona (seguro) pegando cualquier tipo de almohadilla en la zona de cierre para que haga presión y deje de vibrar. No lo hemos hecho porque se trata de ver qué es lo que se le va estropeando al coche y no de ponerle parches.
Aparte de eso, no hay nada más. El segundo juego de neumáticos aguanta más que el primero (agarra menos) y el coche sigue siendo muy sensible a la inclinación de la carretera. En recta no consigue ir recto, porque la caída de la carretera para que resbale el agua, por leve que sea, lo desvía hacia la derecha.
El motor mantiene las mismas propiedades que el primer día. Consumo de aceite despreciable, buena potencia confirmada en la medición de las prestaciones y bajo consumo.
Última revisión a fondo
En los últimos 10.000 kilómetros, antes de la cincuentena, el consumo de aceite ha seguido igual (prácticamente nulo) y las prestaciones del motor se mantienen. Estos datos nos permiten deducir que el motor sigue en buen estado, por lo que no lo desmontamos.
Con la sustitución de discos y pastillas de frenos realizada en la última revisión y la sustitución del embrague, lo único que quedaba por mejorar era la amortiguación. Después de 50.000 kilómetros los amortiguadores originales habían perdido buena parte de su efectividad (nunca fue mucha). Hemos cambiado los amortiguadores por otros originales para este coche y la mejora ha sido notable; nos cabe la duda de que los de recambio no sean mejor que los originales.
Y no han aparecido más pegas. Los silent-blocks delanteros y traseros están en muy buen estado, así como la dirección, sin holguras. El estado de los discos de frenos posteriores y las pastillas también resulta satisfactorio.
La caja de cambios suena más ahora que cuando era nueva, pero una vez corregidos los problemas de timonería al sustituir el embrague las marchas entran normalmente. El sonido, asegura nuestro especialista Froilán de la Fuente, no es preocupante. En la transmisión, las juntas homocinéticas tienen más holgura que cuando el coche era nuevo, pero eso también es normal, asegura Froilán.
Lo peor para un escape es realizar muchos trayectos cortos en los que no le da tiempo a calentarse. El frío del metal provoca que en su interior se condensen los vapores ácidos de la combustión y cuando se para el motor esos ácidos ya no se evaporan y atacan el metal. En cambio, si los recorridos son largos en el tiempo, al calentarse el escape los elementos condensados vuelven a evaporarse y no perjudican tanto a los metales. Este ha sido el tratamiento habitual que hemos dado al León. Por ello, lo normal es que el escape estuviera impecable. Y así ha sido.