Castellana Motor (Madrid) nos entrega el coche malamente revisado, con defectos pequeños y no tan pequeños.
Sin problemas, ese es el resumen. Ni un estornudo. El León TDi Stella 110 CV va como un reloj, una vez solucionados los inconvenientes de una entrega sin revisar en el concesionario. Todo lo importante funciona bien y sólo ha tenido pequeñas anomalías: una lámpara interior defectuosa y una radio que no sintoniza bien.
Compramos el coche en Castellana Motor, en Madrid, sin decir que éramos periodistas y nos lo entregaron en condiciones poco adecuadas. El volante estaba torcido y, tras probar el coche, nos pareció que la alineación de las ruedas estaba mal. La medimos por nuestros medios y después lo llevamos a revisar a Valderribas Motor: efectivamente, estaba mal.
Nos había hablado bien de Valderribas Motor un hombre que encontramos un día en una gasolinera limpiando el coche. Los dos con nuestro nuevo León. Me dijo: «llevo once años con SEAT y creo que el mejor concesionario de Madrid es Valderribas Motor». Nos dieron hora para revisar las cotas de alineación y nos confirmaron que estaban mal, y no nos cobraron aunque habíamos pasado los 5.000 kilómetros reglamentarios de garantía para las cotas. Nos devolvieron el coche al día siguiente de haberlo llevado, aunque nos ofrecieron la posibilidad de recogerlo el mismo día. «No nos ha dado tiempo de probarlo. Si viene mañana, lo probamos primero y luego se lo entregamos». Me gustó Valderribas Motor.
La luz de lectura de mapas no funcionaba. No tiene importancia, pero cuando la necesitas es un engorro que no alumbre y que haya que encender cualquier otra luz que molesta más al conductor. Está claro que no revisaron esa zona del coche. De haberlo hecho habrían visto que uno de los tornillos que sujeta las luces interiores estaba suelto y caído sobre el cristal de la lámpara, provocando ruido en curvas y baches. Quitar el cristal que cubre las bombillas y enroscar el tornillo en el sitio del que se había caído roba únicamente el medio minuto que nos costó a nosotros.
Otros defectos que detectamos tras la entrega: la falta del tapón de la válvula del aire acondicionado y una chaveta rota de las que sujetan el cubrecárter. Detalles también casi insignificantes. Pero qué diferencia entre encontrarlo todo perfecto o casi bien. Especialmente después de haber pagado casi tres millones de pesetas.
De los casi tres millones, 34.130 ptas. fueron gastos de matriculación. Eso incluía una placa de matrícula con publicidad del concesionario, que no preguntaron si queríamos o no (no queríamos).
Lo que menos nos gusta es el tacto de los frenos, los asientos y una suspensión demasiado suave.
Los frenos tienen un tacto esponjoso. Cuando lo llevamos a que revisaran la alineación de las ruedas a Valderribas Motor pedimos que sangraran el circuito, por si el tacto esponjoso se debiera a burbujas de aire en los conductos. No. Los frenos siguen igual tras la revisión. («Es así -nos dijeron- frena bien, pero el pedal se hunde»). Es cierto, no frena mal, pero el pedal se hunde.
El puesto de conducción es bueno. Mejoraría si el asiento delantero se pudiera ajustar longitudinalmente a intervalos más cortos. Mi postura ideal se encuentra entre dos fijaciones posibles. Pero este detalle se solventa porque al regular la altura del asiento también varía ligeramente la distancia a los pedales, o sea que finalmente encuentra uno la postura adecuada. El volante tiene ajuste vertical y longitudinal lo que ayuda mucho a sentirse cómodo. El inconveniente del puesto de conducción son unos asientos sin suficiente apoyo lumbar que —tras recorridos de varios cientos de kilómetros— pueden dejar la espalda baldada a las personas más sensibles. Para largas distancias, es preferible la versión Signo o Sport, con asientos dotados de más apoyo lumbar.
La versión Stella lleva una suspensión demasiado «blanda». En versiones superiores las estabilizadoras son de mayor diámetro, los muelles menos flexibles y los amortiguadores menos suaves. A mí, particularmente, me gustan las suspensiones blandas… si el coche va bien con ellas. No es el caso. Este León parece «rebotar» en curva, con una sucesión de oscilaciones verticales más prolongada de lo deseable. En las bacheadas autovías españolas, con esas curvas que parecen puestas para que haya accidentes, una carrocería mejor sujeta sería muy de agradecer. Al final, tanta suavidad resulta más incómoda que una suspensión más «dura».
La concepción del coche es muy buena y así lo contamos tras la primera revisión, a los 36 kilómetros. Al igual que en el Toledo, la zona posterior es la que está peor resuelta. En el Toledo, la boca que da acceso al maletero resulta pequeña (defecto que se hace más patente cuando se recuerda el Toledo anterior, de 5 puertas). En el León la boca no es pequeña, pero la luneta posterior es de reducido tamaño y situada en una posición muy elevada, lo que reduce la visibilidad y dificulta notablemente la maniobra de aparcamiento. Para introducir los bultos en el maletero hay que salvar una altura considerable.
Un detalle aparentemente insignificante: para acceder al mechero es imprescindible abrir el cenicero. Como los cargadores de teléfonos móviles se enchufan al mechero, tener el cenicero abierto durante la carga del teléfono no es muy agradable si no está limpio. Incluso si lo está, resulta incómodo porque dificulta el acceso a una zona donde se pueden dejar cosas, como monedas o el mando del garaje.
Puede crear problemas el cierre del capó si no se lee en el libro de instrucciones, donde cuenta cómo hacerlo. Sólo hay que apretar con una mano, justo a la derecha de donde está el cierre; sin tener que presionar demasiado, se cierra bien. Si no se realiza esta operación cuesta cerrarlo. Otra carencia de la versión Stella es la iluminación en las plazas posteriores, lo que puede llegar a ser muy molesto si se busca algo a oscuras.
Estamos muy satisfechos del motor por el momento. Le hemos exigido mucho en carretera y sólo ha consumido medio litro de aceite en 15.000 km.
Hemos tratado al León con mucho mimo durante los primeros 3.500 km. Un rodaje progresivo, un buen aceite (a los 36 km sustituimos el original por el mejor lubricante de Repsol, Elite Competición 5W40) y a rodar. El día uno de enero, en Londres ya con 3.000 kilómetros, revisé el nivel de aceite, dispuesto a rellenar y para mi sorpresa no había variado apreciablemente.
En Venecia, cerca de los 5.000 kilómetros volví a comprobar el nivel y todo seguía casi igual. Antes de ir a Ginebra, al Salón del automóvil, volví a mirar el nivel, cuando el marcador del coche indicaba 10.413 km, añadí 400 mililitros. Y ahora antes de la revisión de los 15.000 kilómetros hemos medido el consumo y sigue sin variar.
El motor va muy bien; puede gastar poco más de 5 l/100km a ritmo legal en España, y el consumo máximo, a tope en autopistas alemanas, ronda los 10. Las prestaciones son satisfactorias, incluso cargado. En condiciones reales de tráfico en España, haría falta un coche mucho más potente para mantener un ritmo de viaje verdaderamente más rápido, al menos en carreteras de sentido único donde lo normal es no bajar de cuarta velocidad.
La revisión de los primeros 15.000 en Valderribas Motor (Madrid) es rápida y satisfactoria.
Para la revisión de los primeros 15.000 km también hemos acudido a Valderribas Motor. Entregó el coche Juan Manuel Pichardo justo con 15.385 km y se quedó complacido del trato. En el momento de dejar el coche, le dijeron exactamente qué iban a revisar y cuánto iba a costar. Han cobrado 12.115 pesetas por el cambio de aceite y filtro, y por revisar la correa de la distribución; un precio razonable, que incluye el sobrante de lubricante. No le han puesto el mejor de Repsol para este coche. Han utilizado Repsol Elite TDI 15W40, con calificación B2 de ACEA , en lugar de la B3 del Elite Competición 5W40 que habíamos puesto nosotros.
En la revisión han sustituido el interruptor de la luz de lectura de mapas, que fallaba, pero no han tocado la radio porque se olvidaron de apuntarlo en el parte de recepción.