De la posición al volante de este modelo hay información profusa en el artículo del 718 Cayman. Uno de los 718 GTS que he conducido tenía unos asientos —que Porsche llama «deportivos Bucket»— cuya única regulación era longitudinal; son asientos cuyo confort es menor, porque están menos mullidos y los soportes laterales sobresalen más para proporcionar mayor sujeción.
En el circuito de Ascari he comprobado, una vez más, la excelente puesta a punto del cambio automático PDK. En su programa más deportivo —llamado Sport+— cambia de marcha en el momento preciso en el que lo haría el conductor y convierte a las levas en casi un adorno.
El cambio manual tiene una palanca con buen tacto, tirando a duro, y recorridos cortos. Y dispone de una función que hace doble embrague en las reducciones de manera automática.
El motor de 366 CV comienza a empujar con intensidad a partir de unas 3700 rpm hasta las 7500 rpm, que es el límite de giro. El sonido del motor se puede variar pulsando un botón, dado que Porsche monta el escape deportivo de serie en el GTS.
La dirección eléctrica permite guiar el coche con precisión. Este tiene reacciones neutras, sin una tendencia clara al subviraje ni al sobreviraje. La suspensión es dura y su capacidad de absorción, grande. Di solo 6 vueltas al circuito, las dos primeras de reconocimiento a un ritmo «traquilo». Con ese uso, que no fue muy exigente, los frenos no se resintieron.
Cuando probemos el coche durante más tiempo ampliaremos estas breves impresiones. Pero la sensación que me ha dejado es muy parecida a la que describí en la prueba del Cayman GTS de 2014.