Nada más sentarnos al volante se aprecia su «sabor GTi» por detalles como volante de tres radios forrado en cuero, asientos tipo «bacquet» tapizados en cuero y Alcantara, abundante instrumentación, o pedales y pomo del cambio de aluminio.
La visibilidad desde el interior es buena y el GTi resulta cómodo de conducir, aunque hay ciertos aspectos que me parecen mejorables. A pesar de que el volante (que tiene una excelente empuñadura) y el asiento del conductor se ajustan en altura, el puesto de conducción no es bueno para todos los conductores. Cuando situamos el asiento a la distancia correcta respecto a los pedales, el volante se queda algo lejos. También es mejorable la sujeción lateral de los asientos delanteros, que en líneas generales recogen bien, pero dejan al cuerpo moverse más de la cuenta en los apoyos fuertes (los asientos del Peugeot 205 GTi sujetaban mejor).
Otro elemento que no me convence es el pomo del cambio de aluminio, duro y —sobre todo— muy frío. Después de pasar una noche bajo cero hay que ponerse guantes para tocarlo, porque está que «corta».
Los pedales también están acabados en aluminio y aquí no hay nada que objetar, salvo un acelerador que ciertos conductores agradecerían más grande, para poder realizar con más facilidad la maniobra de punta-tacón.
La instrumentación se lee con facilidad y cuenta con termómetro de agua, termómetro de aceite y nivel de aceite. Aunque es más información de la corriente, se agradecería un manómetro de aceite (como tenía el 205), más útil que el termómetro porque también da idea de la temperatura además de la presión.