Como en otras ocasiones en las que he conducido un coche con este motor, me parece una buena opción por funcionamiento, economía de uso y prestaciones.
Desde el interior se oye poco el motor cuando va a bajo o medio régimen. A partir de este punto se escucha algo más, pero creo que no resulta particularmente molesto ni desagradable.
Su capacidad de empuje desde pocas vueltas es notable, lo que hace de él un motor adecuado para ciudad dónde hay que estar arrancando desde parado constantemente. Es cuando se acerca a 2.000 rpm cuando comienza a empujar con brío hasta casi 5.000 rpm, sin que se aprecie una caída de potencia importante al pasar de 4.500 rpm.
Circulando por autovía a una velocidad moderada para la capacidad del coche, obtuve una media de 6,5 l/100 km. En el mismo recorrido, pero en sentido contrario se elevó hasta 6,9 l/100 posiblemente por el viento y que hay un desnivel de más de 400 m entre los dos extremos del recorrido.
En un trayecto rápido (aunque no al máximo) por carretera de segunda y tercera velocidad, y largas rectas entre estas zonas, el consumo que indicaba el ordenador era 8,9 l/100 km.
Hemos obtenido unas prestaciones peores que con el Fiat Punto o el Opel Corsa con el mismo motor con cambio manual.
La versión DFN (del italiano «Dolce Far Niente», algo así como «que bueno es no hacer nada») tiene un cambio automático de cinco relaciones, las mismas que la versión manual. En este caso, un sistema electrohidráulico se encarga de accionar el embrague y de introducir las marchas.
Dispone de dos modos de funcionamiento: uno completamente automático y otro en el que se puede seleccionar las marcha mediante un mando secuencial. El funcionamiento en uno y otro modo es diferente.
En el automático, los cambios ascendentes se producen a 4.100 rpm cuando se acelera a fondo, mientras que en el secuencial se puede apurar las marchas hasta el límite de régimen (por encima de 5.000 rpm), sin que el cambio sleccione automáticamente una marcha superior. Lo que sí hace automáticamente el cambio en modo manual es evitar que el régimen del motor baje de unas 1.100 rpm; cuando llega a ese régimen, reduce automáticamente.
Si se inintentamos efectuar algún cambio que la centralita considera perjudicial para el motor o la caja —sobrerégimen o subrégimen— un chivato acústico y un mensaje en la pantalla nos advertirá de ello y el sistema no realizará el cambio. En todo momento, una pequeña pantalla situada en el cuentarrevoluciones indica la marcha que está engranada
Cuando realiza los cambios ascendentes lo hace con mayor suavidad que otras cajas de similar funcionamiento —como la del Toyota Corolla— pero se produce una pérdida de aceleración importante. Esa sensación se acentúa cuanta más aceleración requerimos.
En una conducción tranquila, sin fuertes aceleraciones, los cambios se producen con suavidad.
A diferencia de un cambio automático con convertidor hidráulico de par, en este es necesario acelerar para que el coche comience a moverse. En cualquier caso, la transición de parado a marcha se puede realizar sin brusquedades, como sí sucede con el «Sensodrive» de Citroën.
Resulta sorprendente que según los datos oficiales de Lancia, esta versión DFN sea casi 1 s más rápida que la manual en alcanzar los 100 km/h desde parado (14,2 frente a 15,1 s). No sé dónde ni cómo obtiene tal ventaja pero no creo que sea muy difícil realizar los cambios con mayor rapidez que el automático. En ambos casos la velocidad máxima es la misma, 165 km/h.