No he apreciado diferencia de prestaciones entre el motor 2,8 CRD comparado con el 2,5 litros CRD. Al ralentí, el 2,8 litros tiene vibraciones claras en el volante y asiento, que no se aprecian tanto en el Diesel pequeño. Una vez en marcha no hay mucha diferencia de sonoridad.
El cambio manual de cinco velocidades del 2.5 CRD no me ha gustado porque las marchas entraban lentamente y con dificultad. No sé si se trata de la unidad concreta que probé (tan sólo con 200 kilómetros) o es extensible al resto de los modelos.
El cambio automático del 2,8 litros Diesel es de cuatro velocidades, pero tiene una suavidad que sólo se encuentra en los cambios automáticos buenos. Tiene la opción de eliminar la última o las dos últimas marchas; es decir, si se elimina la cuarta, usa las tres primeras.
Siempre que conduzco un coche con cambio automático de estas características uso mucho el bloqueo de marchas por carreteras lentas o de montaña. Con cierta experiencia se puede conseguir un funcionamiento y control próximo al que se tiene con una caja manual. Lo veo útil porque no cambia a una marcha innecesariamente larga al frenar en una curva o, simplemente al levantar el pie del acelerador, con lo cual la respuesta el más inmediata al volver a acelerar.
Además, el bloqueo de marchas da una capacidad de retención en pendientes pronunciadas que no se consigue de otra manera, salvo si el cambio tiene un control electrónico eficaz.
Por autopista o autovía puede ser un coche satisfactorio por comodidad y porque no llega mucho ruido aerodinámico rodando a velocidades elevadas. En carreteras lentas (abordadas a un ritmo ágil) no es de los más estables porque sus suspensiones son blandas y los movimientos de la carrocería recuerdan constantemente al conductor que conduce un vehículo grande y pesado.