La posición al volante del Z8 invita a rodar, a disfrutar de la conducción. Como buen roadster, tiene un hueco largo para las piernas y un abultado túnel central, pero no resulta excesivamente estrecho.
Encontrar la postura idónea es fácil. Tanto el asiento (regulable en altura) como el volante (regulable longitudinalmente) se ajustan mediante un mando eléctrico y los pedales tienen una colocación perfecta para realizar el punta-tacón. Además, los asientos aportan una buena sujeción lateral y sólo es criticable la falta de un material mullido en el túnel de transmisión, puesto que la rodilla derecha acaba algo dolorida al apoyarse habitualmente sobre este punto al tomar las curvas.
La pretendida imagen retro de su interior a mí me ha gustado mucho, a otros no tanto. El remate y acabado de todos sus elementos está cuidado al detalle, utilizando en buena parte del salpicadero, las puertas y los arcos antivuelco una lujosa piel de napa cosida a mano. El volante es muy peculiar, mezclando el cuero con el aluminio en un diseño que combina clasicismo y modernidad.
Colocar el cuadro de relojes analógicos en la parte central del salpicadero es una solución atractiva pero poco práctica, ya que obliga a girar la cabeza cada vez que queremos consultar algún reloj. Por otro lado, en un deportivo de este nivel se echa en falta algún indicador más, como presión o temperatura de aceite.
Destaca el botón de arranque, situado bajo la llave de contacto y la particularidad de tener que pisar el pedal de embrague para que el motor se ponga en marcha, algo usual en algunos coches americanos y japoneses, pero no en los BMW. Todos los mandos se
accionan con facilidad, excepto el conector de las luces, que obliga a meter la mano izquierda tras el volante de una forma algo forzada. También he echado en falta que los mandos de la climatización estén iluminados. El equipo de luces cuenta con faros de xenón y luces halógenas de largo alcance que proyectan un potente haz luminoso, llamando la atención sus exclusivos intermitentes y luces traseras de neón.
Conducir un coche tan exclusivo también requiere un cuidado exquisito en algunos aspectos. Al circular por ciudad hay que tener en cuenta que el faldón delantero está muy bajo y lo podemos golpear contra cualquier bordillo al aparcar. Por otro lado, su especie de «nariz» delantera está muy expuesta en las maniobras de aparcamiento y se puede abollar fácilmente si la golpeamos.